martes, 6 de marzo de 2012

De mi puño y teclas

Mucha de la gente que me conoce sabe que desde "mi más tierna infancia" me ha gustado escribir. Si lo hago bien o mal, en fin, no seré yo la que lo diga, y además, para gustos, los colores. Al menos he tenido la satisfacción de ganar algún premio y también de ver publicado algo de lo que he escrito y me he animado a compartir con la gente. Porque, reconozco, que cuando escribo y permito que después alguien lo lea, siento cierto pudor. Sobre todo porque no puedo evitar dejar algo de mí en cada pieza escrita.

Hace unas semanas mi profesora de italiano me habló de un concurso de poesía y yo, ni me lo pensé, me puse a escribir una poesía en italiano. Una vez escrita, le lavamos la cara con mi querida profe y, a la hora de enviarla, me di cuenta de que la organización del concurso pedía un pequeño curriculum artístico. ¿Mande? ¿Pero yo tengo de eso?

Me puse a pensar y sí, tenía algo que incluir. Y esto "me llenó de orgullo y satisfacción", jajaja. La primera persona que me insistió en que no tenía que dejar de escribir fue Ana Erice, mi profesora de Lengua de 8º de EGB... Sí, lo sé, la EGB ya no existe, ahora se llama 2º de ESO, pero vaya, que yo tenía 13 añitos. Participé en el XXVII Concurso Nacional de Redacción Coca-Cola (el cálculo del número de edición lo he hecho teniendo en cuenta que este año se convoca la edición nº 52, así que, lo mismo me he equivocado) y, si no recuerdo mal, el título del relato era "1492: Encuentro entre dos mundos". Dos alumnos de 8º de cada colegio participante, elegidos por los propios profesores, debíamos comparecer en el lugar, día y hora que fijaba Coca-Cola, para participar en el concurso a nivel nacional. Y cuando ya estábamos todos sentaditos y con el boli en la mano, abrieron el sobre y nos dieron el título a partir del cual teníamos que escribir. Cuál fue mi sorpresa semanas después cuando avisaron al colegio de que yo estaba entre los 8 primeros de la provincia y que, junto a la profesora de Lengua, teníamos que ir a la entrega de premios. La ceremonia fue una agonía, empezaron por el 8º clasificado, luego el 7º,... y cada vez que decían un nombre, más nervios. Hasta que dijeron el nombre del 2º clasificado y tampoco era yo. Mi profe me saltó encima y me dio un achuchón que pensé que se había vuelto loca, pero bueno, es que ¡habíamos ganado! Supongo que ella se alegró mucho por mí y porque el colegio ganaba por primera vez un trofeo de tipo cultural, porque hasta entonces en la vitrina de copas y trofeos sólo había premios relacionados con el futbito, el judo,... Yo me quedé helada, no me lo esperaba y creo que no reaccioné hasta que estuve de vuelta en casa y di la noticia a mis padres (jajaja, entonces no había móviles y no les llamé desde un teléfono público, juas, esto suena la mar de antiguo). A parte de un trofeo, que, por supuesto, aún conservo, al ganador de cada provincia le daban una serie de productos de merchandising de Coca-Cola y un viaje a Madrid de 3 días con el resto de ganadores provinciales. También me entrevistaron para una cadena de radio junto a los otros 7 clasificados de la provincia y salió la noticia en el periódico.

Desde entonces, poco más. Teniendo en cuenta que soy "de ciencias", lo de juntar letras lo fui dejando aparcado. Sólo en COU (vale, tampoco existe ya, ahora es 2º de Bachiller, está claro que empiezo a tener una edad), el instituto organizó un concurso a nivel interno y, leches, quedé la primera con otro relato corto, "El rompeolas", título que hace unos días me recordó Nora, una de mis amigas más antiguas (ojo, antigua de antigüedad, no de vieja, que no se me ofenda si lo lee), con un premio de 10.000 ptas (venga, otra vez suena a cosa del año de la Polka, equivalen a 60 €) que a mis 18 años, era una pasta.

Y ahí quedó la cosa. Las letras las abandoné, no me iban a dar de comer, en cambio, la química, sí, seguro. Así que embarcada en estudiar una carrera, luego en trabajar y luego en ser madre... adiós, cogía papel y boli más que nada para hacer la lista de la compra. Y para eso no hacen falta muchos recursos literarios.

Pero la vida da vueltas inesperadas que nos sorprenden. En 2008 nos vinimos a vivir a Italia por motivos de trabajo y yo, que soy muy tiquismiquis, no podía aprender italiano sólo escuchando hablar a la gente, no, me apunté a clases de italiano para hablarlo lo más correctamente posible. Tuve la suerte de toparme con Giusy Morabito, una profesora de italiano para adultos, dicharachera, charlatana y muy activa, que me habló del concurso Lingua Madre. Y yo, en mi línea, me lancé a escribir un relato, pelín dramático, pero es lo que en aquel momento, recién llegada a Italia, me salió de dentro. Cuando le di a Giusy la primera parte de la historia para que me la corrigiera, pensó que era una historia autobiográfica. Me entró la risa cuando le aclaré que no, más que nada por el modo tan sutil en el que me hizo la pregunta, pero vaya, que la historia no tiene ninguna gracia. La subiré en los próximos días. Y meses después, me llegó un mail del concurso comunicándome que mi relato había sido seleccionado para ser publicado. Esta vez sí, reaccioné como era debido. Llamé a mi marido, a mi profe, a mis padres, di botes de alegría,... Las autoras publicadas fuimos invitadas a la presentación del libro en la Feria del Libro de Turín y a su lanzamiento, meses después.



Después no pude ir a clase por un tiempo, y al volver, de nuevo la fortuna me acompañó, porque me tocó como profesora Lidia Moriondo. Una profesora divertida, con métodos poco ortodoxos y gracias a la que he aprendido muchísimo italiano. Ella ha sido la persona que más me ha hecho escribir, sobre todo porque, para hacer los exámenes de nivel de italiano, una de las pruebas es la escrita y partiendo de esta premisa, me ha hecho escribir de todo un poco. Ella me aconsejó que buscara en internet otros concursos en que participar y así fue como encontré el de "100 mini relatos de amor y un deseo satisfecho" en el que participé como ejercicio de escritura en castellano, porque es evidente que después de casi 4 años en Italia, cuando tengo que escribir, no lo hago primero en la lengua de Cervantes y luego lo traduzco, sino que directamente lo hago en la lengua de Dante Alighieri. Y con toda la gente que participó y con las maravillas que fui leyendo subidas al muro del concurso, otra vez me sorprendí cuando al volver de las vacaciones de Navidad me encontré entre los seleccionados para ser publicados. Otra vez estallé de alegría: llamadas, e-mails, correspondiente actualización de estado en Facebook y hasta me hice el "moon walker" a lo Michael Jackson, jaja.



Lógicamente, al concurso de poesía en italiano he mandado la versión hiperbreve de esta historia, no era plan de volver loco a nadie, los datos de los concursos, fechas y títulos y basta. Esta primera entrada de la sección "De mi puño y teclas" tenía que ser una explicación de mis pasos en este mundo de juntaletras que siempre me ha llamado. No aspiro en absoluto a volver a publicar, dos veces ya me parece un auténtico lujo, y más, cuando una es en una lengua que no es la mía. ¡Ah! Y el nombre "De mi puño y teclas" está claro que es porque, el boli lo he jubilado para estos menesteres y lo que escribo lo hago directamente en el ordenador, invento diabólico... A partir de ahora iré compartiendo algunas de las cosas que escribo, sin más ánimo que entretener.

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