martes, 20 de noviembre de 2012

Así planchaba que yo la vi... ¿Y él no plancha?

Hace días que tenía esta entrada pendiente y, visto que el sábado por la noche murió el mítico Miliki, me he acordado de una de sus canciones de aquel entonces de los payasos de la tele y no he querido dejar pasar más tiempo. Aquella canción decía "... una niña fue a jugar pero no pudo jugar porque tenía que planchar, así planchaba así, así, así planchaba que yo la vi...". Todos la recordamos, seguro. Bueno, pues hace unos años, Miliki recuperó todas aquellas canciones de nuestra infancia y las sacó en un nuevo disco (A mis niños de 30 años) en el que tuvo la brillante idea de modificar la letra cambiando la niña que quería ir a jugar por el marido que quería ir a correr. La letra tiene mucha coña (os pongo el link de un sitio donde la podéis leer http://seronoser.free.fr/payasos/letras.htm), pero es justo que se cambie para amoldarse a los nuevos tiempos, y sobre todo porque, desde nuestro punto de vista actual, era muy machista.


Imagen tomada de internet del blog Basseta.

Y es que el tema del reparto de las tareas del hogar es espinoso. Es un tema recurrente cuando me junto con amigas (y no hablo de ninguna en concreto, que conste, este tema sale allá donde voy: Italia, Tarragona, San Sebastián, Huesca,...). La gran mayoría se quejan de que su marido, pareja o novio no hace en casa nada o casi nada. "Los tiene cuadrados" o "Se escaquea siempre que puede" son dos frases típicas. Y eso, aparentemente no parece una cosa grave, nadie se divorcia por algo así, pero es germen de broncas y puede convertirse en la gota que colma el vaso de otros problemas más importantes. Hace unas semanas decía Eva Hache en El País que a las mujeres se nos está pidiendo ser también hombres, pero sin dejar de ser mujeres... Sí, tiene razón, la injusticia aparece cuando a los hombres no se les está pidiendo también ser mujeres sin dejar de ser hombres y se limitan a hacer lo de siempre y poco más.
 
Yo soy de la creencia de que los problemas no son culpa sólo de uno. Y para ser lo más imparcial posible (que va a ser difícil), también daré caña a las mujeres. Pero voy a empezar por ellos. La mayoría, entorno a la cuarentena, no hicisteis nada en casa, tuvisteis la suerte (o la desgracia) de tener unas madres que os dieron todo hecho, aunque erais muy conscientes de que, por ejemplo, la ropa sucia no iba sola del suelo al armario donde por arte de magia aparecía limpia, planchada y doblada. El problema es que eso ocurre en casa de Mamá, pero en este momento ya no vivís con vuestras madres, lo siento. Vuestras parejas ni son vuestras madres ni buscaban en vosotros un hijo al que cuidar, que os quede claro. Lo sé, volvéis del trabajo cansados, quemados y hasta las narices de aguantar compañeros imbéciles o jefes prepotentes. Bien, ¿pero vuestras chicas van a trabajar a un sitio donde están tumbadas en hamacas con gente abanicándoles? Creo que no, ellas también llegan cansadas y quemadas, por lo que conviene no infravalorar el puesto de trabajo de vuestra chica. Por eso, cuando se llega a casa hay que hacer cosas, los dos, porque la idea de dejarlo todo para el fin de semana es un gran error, los dos días en los que podéis descansar se convierten en un auténtico maratón de limpieza, orden y nervios. Y las tareas de la casa no requieren grandes conocimientos, os lo prometo, programar una lavadora es más fácil que elegir las opciones para jugar con la Play. Si sois capaces de recordar cuántos Mundiales ha ganado Fernando Alonso o cuántos goles y puntos lleva vuestro equipo en la liga, no veo ninguna traba para que sepáis, por ejemplo, qué producto se usa para limpiar los baños o para el suelo o qué cosas tienen que llevar los niños al cole los lunes. Simplemente se os pide cierta predisposición, que no es normal llegar a casa, ver el tendedor con la ropa tendida y no acercarse a tocarla para ver si está seca y doblarla... No, claro, es más urgente ir al ordenador y ver las noticias (que seguramente ya habréis escuchado en la radio mientras ibais en el coche) o qué sé yo. Y un poquito de iniciativa propia, porque eso de ¿Qué te hago? o ¿En qué te ayudo? o ¿Y ahora qué toca?... en fin, borradlas de vuestro lenguaje, porque, primero, no son tareas de ella, sino de los dos, y segundo, no hace falta ser un genio para ver si hay migas en el suelo que barrer o el lavabo está todo salpicado después de pasar los peques y hace falta limpiarlo, basta abrir los ojos y mirar. Y después, que no es posible que haya que repetir las cosas mil veces para que os entren en la cabeza, si en el trabajo rendís como los que más, ¡cómo es posible que en casa haya que deciros cada vez lo mismo! ¿Es una actitud infantil consciente o es que tenéis doble personalidad? ¿Es mucho pedir que pongáis un poquito de atención cuando se os está hablando? Y otra cosa que no comprendo es que no modifiquéis vuestra conducta cuando llega el momento de las hostilidades, me refiero a comer morro para desayunar, morro para comer y morro para cenar, o que vuestra pareja deje de hablaros tras la gran bronca... o, peor, que ya que no dais importancia a las cosas de casa, ella pase de planchar, lavar o cocinar para vosotros y os plantéis en plan orgulloso y ofendido sin dar vuestro brazo a torcer. Esta situación es de piso de estudiantes, ¡¡no de una pareja que convive!! Basta con admitir el error y tratar de colaborar, que en la casa vivís los dos (o los tres o los cuatro si hay hijos) y la mujer con la que queríais compartir vuestra vida también tiene derecho a respirar en algún momento de la jornada. Eso sí, en vuestro favor diré que por mucho que hagáis nunca será suficiente, ni en cantidad ni en calidad.
 
Vamos ahora con las mujeres. Nosotras nos empeñamos en tener la casa como los chorros del oro, pero claro, eso a veces no es posible, por falta de tiempo y porque no somos supermujeres que llegamos a todos, por mucho que lo pretendamos. Hay que relajarse un poco y rebajar nuestro umbral de limpieza: también se puede vivir en una casa que esté como los chorros de la plata o incluso como los chorros del bronce, de modo que no nos tiremos de los pelos cuando no consigamos estar a la altura de nuestras expectativas y no empecemos a culpar a nadie de que no ha hecho lo suficiente. Otro de nuestros errores es pretender que las cosas se hagan a la voz de ya y a nuestra manera: "Pon la mesa" y su respuesta es "Voy" pero quieto se está y cuando por fin la pone, lo hace con el mantel que no queríamos o las copas en vez de los vasos. Su respuesta será "Era el primero que había" o "Pensaba que daba igual unos u otros". Si queremos compartir las tareas, tenemos que acostumbrarnos a aceptar otras versiones de los quehaceres o bien dar unas instrucciones muy claras: que si un día se pone el mantel que no tocaba, pues oye, alabado sea, y si un día la lavadora lleva una colada de blanco y color mezclado, bueno, pues ya está, no se acaba el mundo. Otra cosa que no conseguiremos es que hagan de todo, ni siquiera a nosotras nos gustan las tareas de casa, así que entendamos que tampoco a ellos. Y, por supesto, no pretender que cambien radicalmente, es imposible, nadie, ni mujeres ni hombres pueden. Se trata de llegar a acuerdos y no ser tan cuadriculados como para fijar unas tareas para uno y otras para otro, sino turnarlas, pero procurando que no se escaquee ninguno. Y por último, no conviene tragar y tragar hasta que todo lo que hemos tragado explote y vomitemos sapos, culebras e insultos varios llegando al momento de las hostilidades del que ya he hablado antes. Lo de las indirectas, el sarcasmo o la ironía... mejor no usarlo, tampoco creo que lleve a nada bueno, las cosas se solucionan hablando con calma y creo que todas somos capaces de sentarnos de frente a nuestro hombre y solucionarlo.

Resumiendo, a vosotros no os gustan las tareas de casa, pero a nosotras tampoco. No llevamos grabado en los genes cómo hacer las cosas de casa, lo hemos ido aprendiendo, por lo que vosotros también podéis aprender, sólo hace falta que queráis. Todos llegamos cansados de la calle y el trabajo y ponerse a hacer cosas en casa es poco atractivo, pero hay que hacerlo y punto. Contratar a alguien que las haga o comprarse la famosa "roomba" puede solucionar parte de los problemas, pero creo que, a la larga, es mejor crear hábitos de colaboración.
 
Por suerte, las generaciones que viene por detrás, se lo están montando mejor. Y las que ahora están padeciendo esta situación y tienen hijos varones, estoy segura de que les enseñarán a sacarse las castañas del fuego ellos solitos. Yo, al menos, a mis hijas les voy a enseñar cómo se hacen las cosas de casa y que los chicos, también saben hacerlas, para que eligan con criterio a sus parejas en el futuro :D.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Torta extralimone

Da tanto che non metto nessuna ricetta, e visto che me l'hanno chiesto, scrivo in italiano questa che avevo messo ieri. La ricetta me l'ha datta una delle mie amiche del corso d'italiano che facevo a Grugliasco (To) con cui condivido anche l'amore per la cucina. La ricetta gliela datta una sua collega di lavoro. È così facile da fare e il sapore è così spectacolare, che vale la pena prepararla.

Ecco il link al blog della mia amica María: http://ycuandocaigalanoche.blogspot.it/2012/11/tarta-bizcocho-al-limon.html, anche lei ha un blog dove scrive in spagnolo e in italiano.
Attenzione: questa torta è solo per gli amanti del limone, è molto ma molto saporita, perciò sono osata a chiamarla "torta extralimone". Via con la ricetta.
INGREDIENTI:
La ricetta originale ha queste proporzioni:
3 uova
3 limoni grossi
250 g di burro
250 g di zucchero normale
250 g di farina
1/2 borsa di lievito per dolci
70 g de zucchero a velo + 4 cucchiai
un altro limone per la decorazone
Ma, nella versione della mia amica María si porpongono altri porporzioni: 150 g di burro, per non mettere tanto grasso nella torta; 150 g di zucchero, per non ottenere una torta troppo dolce e tenere l'acidità del limone; tutta la borsa di lievito.
PREPARAZIONE:
Accendiamo il forno a 160-165ºC.
Grattugiamo la pelle dei 3 limoni, facendo molta attenzione a portare via solo la parte gialla, perché quella bianca fa venire il sapore amaro.
Battiamo le uova insiema allo zucchero normale fino a ottenere una crema bianchiccia (si può fare manualmente oppure con lo sbattitore elettrico).
Spremiamo mezzo limone.
Sciogliamo il burro nel microonde (attenzione, ci vuole poco tempo) e la aggiungiamo alla crema di uova e zucchereo insieme alla pelle del limone e il succo del mezzo limone e mescoliamo bene.
In un'altra ciotola, mescoliamo la farina con il lievito e poi lo aggiungiamo un po' per volta alla crema di prima mescolando con cura.
Una volta aggiunta tutta la farina e ottenuto l'impasto, imburriamo lo stampo. Se lo stampo è rigido, conviene spolverarlo con un po' di farina per poi poter sformare più facilmente. Se invece lo stampo è di silicona, basta imburrarlo.
Mettiamo l'impasto nello stampo e la livelliamo.
Inforniamo per circa 40 minuti. Io ho lasciato così ed è venuto perfetto, comunque, conviene controllare per non andare troppo in là.
Una volta la torta sia pronta, spremiamo i 2 limoni e mezzo restanti. Teniamo da parte 4 cucchiai di succo in un bicchiere.
Aggiungiamo 4 cucchiai di zucchero a velo al resto del succo di limone. Facciamo dei buchi nella parte superiore (io ho usato una forchetta grande, ma potete usare quello che capita: una cannuccia, l'impugnatura d'una penna di cucina,...) e mettiamo il succo di limone nei bucchi. Potete farlo con un cucchiaino o con una siringa, come ho fatto io. In questo modo inzuppiamo la torta con il succo del limone.
Per finire, prepariamo la glassa da mettere sopra la torta. Aggiungiamo 70 g di zucchero a velo ai 4 cucchiai di succo che avevamo tenuto da parte. Rimestiamo fino a ottenere una pasta bianca che poi meteremo su tutta la parte superiore della torta.
Per la decorazione, io ho usato un limono tagliato a denti di sega che ho messo al centro, ma ognuno può usare la sua immaginazione :D
Torno a dire che è una torta con un sapore al limone molto forte, siete stati avvisati ;-)

martes, 13 de noviembre de 2012

Bizcocho extralimón

Hace mucho que no subo ninguna receta. Pero, visto el resultado tan exitoso que ha tenido en casa este bizcocho, no puedo hacer otra cosa que compartir con todos esta receta que me ha pasado María, amiga con la que he compartido clases de italiano y profesora en Turín y con la que comparto la afición por la cocina. A ella se la ha pasado una de sus compañeras de trabajo. Y es tan fácil de hacer y de sabor tan espectacular, que merece la pena prepararla.
 
 
 
Aviso: es apta sólo para amantes del limón, va cargadita de sabor, por eso me he permitido bautizarla como "bizcocho extralimón". Vamos allá.
 
INGREDIENTES:
 
La receta original lleva estas proporciones:
3 huevos
3 limones grandes
250 g de mantequilla
250 g de azúcar
250 g de harina
1/2 bolsa de levadura para dulces
70 g de azúcar glassé + 4 cucharadas más
otro limón para decorar
 
Pero, siguiendo las proporciones que propone María en su versión, yo utilicé 150 g de mantequilla, porque tampoco me gustan los bizcochos demasiado untosos; 150 g de azúcar, para que no saliera tan dulce y la acidez del limón se mantuviera; la bolsa entera de levadura y, además, harina de fuerza, para que subiera bien.
 
PREPARACIÓN:
 
Precalentamos el horno a 160-165ºC.
Rallamos la piel de los 3 limones. Lo mejor es utilizar un rallador que tenga los cortes muy finos, de manera que rallemos la parte amarilla y no la parte blanca de la piel, porque ésta, amarga.
En un bol batimos los huevos con el azúcar hasta conseguir una crema blanquecina (yo lo hice con mi batidora-amasadora eléctrica, pero a mano, sale igual).
Exprimimos medio limón.
Derretimos la mantequilla en el microondas (cuidado, necesitará poco tiempo) y la añadimos a la crema de huevo y azúcar, junto a la piel rallada de los limones y el zumo del medio limón y mezclamos bien.
En un cuenco mezclamos la harina con la levadura y la vamos añadiendo poco a poco a la mezcla anterior mezclando con suavidad.
Cuando hayamos añadido toda la harina y obtengamos la masa final. Untamos el molde con un poco de mantequilla. Si el molde es rígido, es mejor espolvorear un poco de harina por encima para que después sea más fácil desmoldar el bizcocho. Yo he utilizado uno de silicona, así que con la mantequilla, es suficiente.
Vertemos la masa en el molde y enrasamos la superficie.
 
 
Metemos el molde al horno, durante 40 minutos. En mi caso el tiempo fue exacto, pero conviene controlarlo para que no se queme el bizcocho.
 
 
Una vez que el bizcocho esté listo, exprimimos los 2 limones y medio restantes. Apartamos 4 cucharadas de zumo a un vaso.
Añadimos 4 cucharadas de azúcar glassé al resto del zumo de limón. Hacemos unos agujeros en la parte de arriba del bizcocho (yo he usado la punta del tenedor de trinchar, pero ahí vale la imaginación o los medios de cada uno: un pajita, un palito de brocheta, el mango de un pincel de cocina,...) y vamos metiendo el zumo de limón en los agujeritos. Yo he usado una jeringuilla de plástico (ventaja de ser madre, que como en cada caja de Dalsy viene una jeringuilla, yo me guardé una sin estrenar para estas cosas), pero podéis intentarlo con una cucharita. Así, empapamos por dentro el bizcocho con el zumo.
 
 
 
Por último, preparamos la glasa para cubrir el bizcocho. A las 4 cucharadas de zumo de limón que hemos apartado, le añadimos 70 g de azúcar glassé. Removemos bien hasta conseguir una pasta blanca que verteremos sobre la superficie del bizcocho.
 
 
Para decorar el bizcocho, yo corté un limón en zig-zag para colocarlo en el centro, pero cada cual puede decorarlo a su gusto :D
 
Repito que es un bizcocho con mucho sabor a limón, así que avisados quedáis ;-)

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Rincón maldito

Estoy en pleno proceso de catalogación de un rincón de mi casa: ¿es un rincón maldito o no?

Está en el recibidor, hasta ahora era el parking de la silla de paseo que usamos con las peques, pero como ya se ha ganado la jubilación, se quedó así, muy desangelado y por fin me decidí a poner algo, por aquello de que resultara más acogedor al abrir la puerta.



El conjunto quedó como en la foto, nada del otro mundo, también hay que decirlo, pero suficiente. El caso es que el reloj que coloqué, no llegó a funcionar. La planta, se secó y que conste que la regué. Puse otra y empezó a ponerse mustia, así que la cambié de sitio y eso la salvó, porque en su nueva ubicación está divina de la muerte, o, mejor dicho, divina de la vida. Y hoy he puesto otra planta. Si ésta también se estropea... Empezaré a pensar seriamente en que sí, es un rincón maldito, al menos para las plantas.

Tengo pendiente llevar a arreglar el reloj, a ver si encuentro un momento para llevarlo. Es posible que se nos estropeara durante la mudanza, puede ser, pero qué coincidencia que dos de las tres cosas que pongo allí, se echen a perder. Espero que consigan ponerlo en marcha en la relojería.

Lo único que sobrevive en el rincón es el espejo. ¡Qué misterio! Seguro que no se ha roto porque como es del IKEA y costó cuatro perras, aguanta. O será que también está maldito y cada vez que nos miremos iremos viéndonos cada vez más viejos, o más gordos o...

Nada, que voy a observar cómo va tirando la nueva planta y esperaré a ver si resucitan el reloj. Eso sí, como sigan ocurriendo cosas en ese rincón, lo catalogaré como el rincón maldito de mi casa, quitaré todo y pondré una mesita y la llenaré de fotos de políticos, banqueros y demás plagas, a ver si se los funde a ellos también  ;)