lunes, 30 de diciembre de 2013

Mi coche se hace mayor

Yo ya lo sabía, su cumple-década fue en agosto, pero hoy la Dirección General de Tráfico me lo ha recordado, por si acaso. Me ha informado, carta mediante, de que mi coche tiene más de diez años y que lo mismo es hora de ir pensando en cambiarlo porque contamina más y porque soy más vulnerable a los accidentes. Reconozco que no he leído la carta, le he echado un vistazo por encima, la he metido en su sobre y, acto seguido, la he dejado en ese lugar que todos tenemos en la casa al que van a parar las "cosas para mirar en otro momento" y que jamás volvemos a mirar, salvo para cogerlas y tirarlas al contenedor correspondiente. Es que ya había oído hablar de estas cartas que están mandando y me la esperaba. Pero, ¿de verdad creen que después de leerla alguien va a ir corriendo al concesionario a cambiar de coche? Sí, sí, con los tiempos que corren... todos los que ya la han recibido y me lo han comentado se han partido la caja. Igual que yo.
 
Foto tomada de www.infocoches.com
 
Sí, es verdad, mi coche se hace viejo, mayor, antiguo, llámalo equis. Yo no soy de esas que consideran a su coche como parte de la familia, pero sí es verdad que le tengo apego. Me lleva y me trae y en estos diez años nos ha dado muy pocos problemas a pesar de que ha pasado por dos estilos de conducción algo diferentes, el de mi marido primero y ahora el mío. Y, como en las personas, creo que la edad no la marcan los años que tienes, sino cómo los llevas. Sí, sí, mi coche tiene diez años, pero es tan jovial que no los aparenta. Ha pasado la última ITV sin problemas y le he hecho todas las revisiones que le corresponden. Va como la seda.
 
Y digo yo: ¿qué sabe la DGT sobre el estado real de mi coche? Pues, nada, no tiene ni la menor idea, se guía por el tiempo que hace que lo compré y quiere incluirlo en la lista de "destinados al desguace", así, porque sí. Pues, señores míos de la DGT, les voy a decir aquello que decía Sara Montiel cuando cantaba "Pichi, es el chulo que castiga", que estoy en plan castizo: "anda y que te ondulen con la "permané" y pa suavizarte que te den "col-crém""

viernes, 20 de diciembre de 2013

Entrevista a la señora Salvadora

Como ejercicio de esta semana del curso de novela he tenido que crear un personaje, al que primero tenía que entrevistar y, después, ponerlo en acción. Aquí va la entrevista (ficticia, claro) a la señora Salvadora. La acción, ya veré si la pongo, jaja.
 
¿Nombre completo?
Salvadora Balaguer i Bunyol, para servirle a usted.
 
¿Por qué crees que te he elegido como personaje?
Perdone, joven, a mí no me tutée.
 
Disculpe, es la costumbre... ¿Por qué cree que la he elegido como personaje?
Porque en la panadería no he hecho cola y se ha quedado con las ganas de decirme que le tocaba a usted. En el fondo, legustaría ser como yo, seguro, que tiene cara de morderse la lengua por educación.
 
¿Qué rasgos le definen?
Soy impaciente, pero en el fondo, de buen corazón.
 
Queda usted con una amiga en un bar, ¿qué hace, cómo se mueve al entrar hasta que la localiza con la vista?
Voy directamente hacia la mesa en la que nos sentamos siempre la Roser y yo y, si está ocupada, les digo que se vayan dando prisa para que quede libre para cuando llegue la Roser. Es que es la mejor mesa:  no está en el paso de toda la gente, queda lejos de los baños, que huelen mal y, lo más importante, estamos lejos de la puerta, que entra frío, y la Roser está muy delicada y no le conviene enfriarse. ¿Entiende?

Cuénteme algo que haga sola cuando nadie le ve y que le avergüence.
¡Ay, hija mía! Pues no sé... Que todas las noches cuento y recuento el dinero que guardo en casa para ver si está todo, porque no me fío del todo de los bancos.

Imagine que ve a un niño llorando, ¿qué le diría?
¡Uy! ¡Niño! Sssshhhh, no llores, ¡qué barbaridad! Pero, ¿dónde está tu madre? Estas madres de hoy en día... A ver, ven, ven, que te limpie esas lágrimas.
 
Elija a alguien a quien pedir un favor. ¿Con qué palabras exactas se lo pediría?
A ver, joven, haga el favor de ayudarme a bajar del autobús.
 
Imagen tomada de es.123rf.com
Quéjese en voz alta de algo que no le guste.
Es que ya está bien, que cada día el autobús para más lejos de la acera y nos vamos a matar al bajar de un salto. Pero claro, ¿qué más da? ¡Si hay muchos viejos! A ver si así los vamos matando.

Fíjese en sus pies y traslade, a través de una descripción de estos, cuál es la imagen que cree que da a los demás.
Mis pies son pequeños, me decían que eran de muñeca. Es verdad que tuvieron mejores épocas que ésta, pero... Me hago la pedicura cada mes en el Hogar del Pensionista, que es más barato, porque yo ya no me puedo doblar para cortarme las uñas ni para nada. Me los afean mucho los juanetes y un dedo en garra, por eso llevo zapatos cerrados hasta en verano.

Ahora, descríbame su cara trasladando qué imagen tiene de sí misma.
Llevo las cejas pintadas, porque se me han ido cayendo la mayoría de pelos. Más que arrugas, tengo surcos. Cuatro muy marcados en la frente y en el resto de la cara, miles de rayitas. Los párpados, aunque caídos, me los maquillo siempre. Y los labios, cada vez más finos, los llevo siempre pintados.
 
¿Cuál es el objeto pequeño al que tiene más apego? ¿Cree que la define? ¿Por qué?
Mi reloj de pulsera, sí, me lo regalon mis padres cuando me casé. Y sí, me define, soy muy puntual y exijo que los demás también lo sean.
 
Ahora, por favor, evoque dos cosas de las que se acuerde y dos de las que no se acuerde.
Recuerdo perfectamente el día que me casé con mi Alfredo, ese vestido tan bonito que llevaba yo y los nervios que pasé en la noche de bodas. Y también, como si fuera ayer, el día que perdí a nuestro hijo, el terrible dolor en el vientre y la sangre corriendo por mis piernas. Pero no logro redordar con claridad ningún momento de mi infancia ni, fíjese, dónde he dejado mi teléfono móvil. ¿Uste lo ha visto?
 
Exponga un pensamiento recurrente que por nada del mundo revelería a nadie.
Me alegré cuando murió mi Alfredo, le quería mucho y nos respetábamos, pero me tenía harta, mire usted.
 
Se despierta en medio de la noche, inquieta, y va al baño a orinar. Por favor, déjenos asistir a su flujo de conciencia, a lo que piensa a tiempo real, mientras ejecuta esa acción.
¡Ay, hija mía! ¿Pero qué preguntas más raras me hace? ¿Seguro que esto se lo piden en clase? En fin, pues no lo sé, si me despierto inquieta es que seguro que he oído un ruido. Y pienso: "¡Virgen Santa!, ¿habrá entrado alguien en casa? No, no será. Me levanto a mirar y aprovecho para ir al baño ya que estoy despierta. Pero,... y si de verdad hay alguien, ¿qué me hará? No, mejor me aguanto. ¡Ayy!, pero no puedo, ahora que ya me he hecho a la idea, ya no aguanto. ¡Qué pena que ya no se lleven los orinales! Aquello sí que era comodidad. Bueno, vamos, Salvadora, échale coraje, que si han entrado, vienen a por el dinero, les dices dónde lo tienes y que se vayan, ¡hala!"
 
Y esta es la última pregunta: uno de sus seres queridos le dice: "Eres maravillosa". ¿Qué piensa inmediatamente?
Pues que sí, que lo soy, y que ya era hora de que lo reconocieran.
 
Señora Salvadora, muchas gracias por todo.
De nada, guapa. Ahora pregunto yo: ¿esto dónde sale? ¿En la tele, en la radio?
 
No, no, en mi blog.
¿Dónde?
 
En internet.
Ah, pues entonces nada, eso del interné yo no sé cómo va. Otra cosa, el café que hemos tomado lo pagas tú, ¿verdad?
 
Sí, mujer, tranquila, esta ronda la pago yo.

martes, 17 de diciembre de 2013

Colaboración especial en blog

Hace tiempo que tenía pendiente escribir para el blog de la Peluquería María José Jaca. Es la "pelu" de mi querida tía, artífice de mis mil cambios de look capilar. Quienes me conocen desde hace un tiempo me han visto castaña, rojiza y hasta rubia y con el pelo corto (casi siempre) pero también largo. El recogido de mi boda, por supuesto, me lo hizo ella, para lo que tuvo que venir corriendo desde Sabiñánigo a San Sebastián. Pero, ¿quién me lo iba a hacer mejor y, sobre todo, con más cariño?
 
Ya sé que no sonaré muy objetiva, pero si estáis en la zona, pedid hora y probad a poneros en manos del equipo de la Peluquería María José Jaca, seguro que saldréis contentas/os.
 

Espero que os guste la entrada y que ésta sea la primera de muchas colaboraciones más. La hemos llamado "Tiempo de buenos propósitos". Aquí tenéis el enlace directo al blog:

http://peluqueriamariajosejaca.blogspot.com.es/2013/12/tiempo-de-buenos-propositos.html

Leedla, es cortita, que ya se sabe que este mes andamos todos muy atareados, y que cada cual vaya pensando en sus buenos propósitos para el 2015.

jueves, 5 de diciembre de 2013

El cuarto de las ratas

Este es un ejercicio del curso de escritura que estoy haciendo en este momento.
 
 
        Víctor estaba a punto de echarse a llorar, pero no lo haría delante de Juan.  Llegaron al patio y Juan abrió la puerta del cuarto de las ratas. Desde que vivían en casa de Juan, siempre le había amenazado con meterle allí si se portaba mal. Alguna vez había querido asomarse y ver qué había detrás de esa puerta que cerraba el hueco de las escaleras. Intentaba imaginarse que había más escaleras que llevaban a un pasadizo secreto desde el que se llegaba a un laberinto en el que podía encontrarse un tesoro o, quizás, había una puerta para viajar al pasado y convertirse en un pirata. Pero no se había atrevido nunca a hacerlo, porque le daba miedo pensar en las ratas que daban nombre al cuarto. A ellas se las imaginaba grandes, con una cola larga y gruesa y unos dientes listos para devorarlo.
 
     Juan puso la palma de la mano sobre la espalda del pequeño y trató de hacerlo entrar. Víctor clavó sus pies al suelo para no moverse:
 
—¡Te he dicho que entres! —le dio un fuerte empujón.
 
Víctor entró a trompicones en el cuartucho y Juan cerró la puerta. Se oyó el chirrido del pestillo cuando Juan lo echó. El cuarto estaba oscuro. Víctor cerró los ojos con fuerza y se mordió el labio inferior. Escuchó los pasos de Juan por encima de su cabeza. Notó que le caía encima algo, serrín de las viejas escaleras de madera. Volvió a abrir los ojos y se echó a llorar. Sintió las lágrimas cayéndole, calientes y gruesas, por los mofletes. Se pasó la mano para secárselas. El cuarto olía a tierra húmeda. Oyó que el volumen de la televisión subía, seguramente Juan así tenía excusa, diría que no había oído que le llamaba. No podía dejar de llorar, él no había hecho nada, no era culpa suya que lloviera al salir del cole y se mojara. ¿Por qué le castigaba? Y su madre se pondría triste con él porque bien claro le había dejado que no hiciera enfadar a Juan, que ella le quería mucho y que si no se llevaban bien, le daría mucha pena.
 
Imagen tomada de www.sos-mama.com
         Poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la poca luz que entraba por la gatera recortada en la puerta. Aún así, no conseguía distinguir nada con los ojos llenos de lágrimas. Volvió a frotarse bien, hasta que se secó del todo los ojos, y empezó a fijarse en lo que había en el cuarto de las ratas. A parte de la madera de las escaleras que hacían de techo cada vez más bajo, en la pared había varios clavos de los que colgaban algunas herramientas: punzones, destornilladores, una guadaña de mango corto,… que Víctor no había visto nunca. En el suelo, casi al fondo del cuarto, había varios sacos de arpillera apilados medio llenos y cerrados con trozos de cuerda. Fue a acercarse a ellos cuando sintió en su cara el roce de algo: ¡una telaraña! Se le escapó un grito y empezó a pasarse las manos por la cara y el pelo insistentemente para quitarse los restos. Se esforzó por ver mejor, por si la araña estaba por ahí, pero no vio nada. Con una mano por delante, barriendo el espacio que tenía ante sí, y medio agachado, Víctor volvió a ir hacia los sacos: ¿qué tendría guardado ahí Juan? Arrastraba los pies por si había alguna cosa tirada en el suelo. De repente, tropezó con algo que se movió un poco más allá, al recibir la leve patada. Víctor se agachó y lo tomó. Se lo acercó para verlo bien. Era un cepo para ratones. Había uno atrapado. De la impresión, soltó la trampa con asco y se cayó hacia atrás, se quedó sentado. Fue a apoyar las manos en el suelo para levantarse, cuando noto algo. Palpó, era una argolla.
 
        Se arrodilló para mirarla mejor. Estaba medio enterrada. Rascó con las uñas la tierra y el polvo que se habían acumulado a lo largo del tiempo en el surco. Intentó varias veces levantarla, pero iba dura. Arañó un poco más el suelo, volvió a tirar de la argolla y, por fin, consiguió sacarla del surco. Palpó alrededor para saber a qué estaba enganchada la anilla. Era una trampilla de madera, una puerta incrustada en el suelo. Se acordó de las herramientas que Juan tenía colgadas en la pared. Cogió una larga y puntiaguda y rascó todo el borde de la trampilla. Después usó otro un poco más grueso para hacer palanca, ya que primero había querido hacerlo tirando de la anilla. La puerta se movió. Sacando toda la fuerza que tenía, consiguió levantarla.
 
        Una corriente de aire frío y húmedo subió desde el agujero oscuro que acababa de quedar a la vista. Víctor se quedó sin respiración: ¡la entrada del laberinto! Se levantó y se dio un golpe en la cabeza, porque allí no había suficiente altura. Se pusó la mano donde se acababa de golpear y levantó el pie derecho con intención de empezar a bajar. Pero, frenó, quizás era mejor comprobar primero que había escalera con la mano. ¿Y si al meter la mano, algo le cogía y lo arrastraba dentro? ¿Y si era un pozo? ¿Y si Juan tenía allí metidos a otros niños que se habían portado mal antes que él? Con cuidado, tapó el agujero de nuevo, no diría nada a nadie y decidió que a la primera ocasión que tuviera, entraría allí y, con una linterna, se asomaría de nuevo al agujero.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Juguetes cada vez más... ¿raros?

       Después de casi tres meses de auténtico estrés, vuelvo a mover un poquito éste, mi blog. Iba a escribir una entrada, pero me he dado cuenta de que ésta la escribí a finales de agosto, pero no llegué a publicarla, en un acto totalmente consciente, porque había que revisarla antes. Muy bien, voy aprendiendo. Así que, como además es ideal para la época de locura juguetera que se avecina, viene al pelo.

        Con dos niñas en casa, si encendemos la tele estando ellas, sí o sí, vemos canales infantiles. Me niego a "comprar" canales, ni infantiles ni de nada, no creo que la programación sea mejor que la de los gratuitos, así que con los cuatro que hay gratis (Clan, Boing, Disney Channel y Super3 (en catalán)) sobrevivimos. De hecho, yo sobreví con dos canales en total en los que los programas infantiles los echaban cuando tocaba y punto, así que, no es tan difícil. El caso es que hay un anuncio que me ha dejado alucinada, el de las "Princesas Zombies" de Famosa. Sí, sí, aquellas de...
 
Foto sacada del site www.todocolección.net

Las muñecas de Famosa se dirigen al portal
para hacer llegar al niño su cariño y su amistad
y Jesús en el pesebre se ríe porque está alegre,
y Jesús en el pesebre se ríe porque está alegre.
Nochebuena de amor, Navidad jubilosa,
es el mensaje feliz de las muñecas Famosa

Foto obtenida de cajadekekas.blogspot.com

          Boquiabierta. Vamos, que menos mal que ya no van al portal, si no, el niño sale pitando con las zombies. Lo sé, hay que reconocer que las princesas Disney son ñoñas de lo más, que enseñan unos dudosos valores y que no todos los finales son felices como nos cuentan sus películas. Y por otro lado, los zombies están de moda en general (véase World War Z, The Walking Dead o Monster High), pero ¿¿¿¿a dónde vamos a ir a parar???? A este paso los niños/as no van a tener miedo de nada: con Monstruos S. A. desmitificaron al Coco; con Gru, a los villanos ;y con las Monster High a cualquier tipo de monstruo de los de toda la vida (vampiros, hombres lobos, zombies, momias,...). ¿Estamos creando niños que no tendrán miedo de nada?
 
           Luego tampoco me extraña el anuncio del niño gritando: "¡¡¡Un palo, un palooooo!!!", si cada vez creamos juguetes más "raros", al final encontramos más motivación en un simple palo o en una caja de cartón vacía.

martes, 17 de septiembre de 2013

La sonrisa

Antes de que salga a la venta Blue Bayou y otros relatos negros, subo el relato que publiqué en el libro de la Escuela de Escritores junto con varios compañeros de los cursos y mucho más alumnos, porque ya casi va a tener categoría de "antiguo". Sobre este libro ya hablé en otra entrada (http://elarcondelasmilcosas.blogspot.com.es/2013/06/queda-la-musica.html). Espero que os guste.
La sonrisa
Yolanda Gil Jaca
Tarragona
Lo que soy hoy, es el reflejo de lo que viví ayer.
Gracias Papá, Mamá, Eva y David.

Allí estaba yo, acorralada y asustada en el fondo de una tienda. El guía nos lo había dicho al principio en la puerta del hotel: “Que nadie se separe del grupo. Si os interesa algo de alguna tienda, me lo decís. El zoco es como un laberinto y podéis perderos”.  Y ahora me lamentaba de no haberle hecho caso. No tenía ni idea de en qué parte de aquel entramado de callejuelas que era la medina de Marrakech me encontraba. Llevábamos callejeando un buen rato entre toldos de los que colgaban bolsos y cinturones con su fuerte olor a piel o chilabas de colores ocres o verdes con bordados.
Cuando todos nos habíamos parado a admirar los instrumentos musicales de un artesano, mis ojos se desviaron a una tienda situada un poco más allá. El olor a serrín, a madera recién cortada que desprendía y que había llegado hasta mí, me hipnotizó, me recordó el de la carpintería de mi abuelo. Cogí de la mano a Pedro, uno de mis amigos, y fuimos a mirar. Un ajedrez, hecho de madera oscura y clara, expuesto en el rudimentario escaparate, me atrajo en cuanto lo vi. Tenía un cajoncito para las piezas situado entre las cuatro patas, bajo el tablero. El tipo que atendía el negocio nos invitó a entrar: “Dentro más ajedrez”. Pasamos y me indicó un pasillo, detrás del pequeño taller. Allí había más, de otros tamaños. Me dejó pasar a mí primero, con cortesía. Mientras, Pedro se dedicó a curiosear. Elegí uno no muy grande, pregunté el precio y regateamos un poco. Cuando por fin nos pusimos de acuerdo, saqué un billete grande. “No tiene cambio”, me dijo. Tampoco Pedro tenía billetes más pequeños.
Mi amigo salió de la tienda a pedir cambio al resto del grupo. Miré al vendedor y él me devolvió una sonrisa de dientes amarillentos que, aunque parecía cordial, me hizo sentir un escalofrío. Entonces me di cuenta de que entre la salida y yo, aparte de haber miles de objetos apilados o en estantes que formaban un pequeño dédalo insalvable, estaba él cerrándome el paso. En ese momento me pareció una distancia enorme. Forcé una sonrisa educada. El hombre empezó a acercarse a mí, hablando y ofreciéndome otros objetos: “También khol, para ojos bonitos”. A medida que se aproximaba, yo iba retrocediendo por el pasillito hacia el fondo de la tienda y rechazando amablemente sus ofertas: “No, gracias, sólo el ajedrez”. Yo no hacía otra cosa que mirar hacia la puerta, insistentemente, esperando que Pedro volviera a entrar con el dinero. Empecé a sentir que me faltaba el aire, el calor, el agobio de tanto objeto a mi alrededor y aquel sujeto que cada vez estaba más cerca. En un momento dado, mi espalda se topó con la pared del fondo y las herramientas que había colgadas tintinearon al apoyarme en ellas. Miré a derecha e izquierda y no había salida, una ola de calor me subió de repente desde los pies hasta las mejillas. Entonces vino hacia mí, sin dejar de sonreírme y vi sus ojos negros recorrerme de arriba a abajo. Sin darme tiempo a reaccionar, se me echó encima, abrazándome de modo que yo no podía mover los brazos. El ajedrez se cayó de mis manos, se abrió el cajoncito y algunas piezas saltaron fuera y rodaron por el suelo. Por un segundo me quedé sin aliento. Me puse rígida como una tabla. Él cerró los ojos y empezó a recitar una letanía, una especie de rezo susurrado, ininteligible para mí. Apretó su cuerpo contra el mío y noté en mi pelvis su miembro empinado. El estómago se me encogió y pensé que iba a vomitar el té que habíamos tomado momentos antes. Intenté apartarme, era imposible. Mientras se frotaba contra mí, me invadió su olor corporal, fuerte, a sudado, ya no sentía el olor a serrín y madera del principio. Y aunque peleaba por soltarme, fui incapaz de pedir ayuda; tenía la boca seca y algo en mi garganta me impedía hablar. Entonces me di cuenta de que iba a besarme, giré la cabeza, cerré los ojos, apreté los labios y contuve la respiración. Puso su boca en mi mejilla y sonó el beso. Pareció sorprenderse de no habérmelo dado en la boca porque aflojó el abrazo. Entonces reaccioné por fin, me solté, le di un fuerte empujón y él se tambaleó hacia una de las estanterías. Salté como pude por encima de sus piernas y empecé a llamar a mi amigo: “¡Pedro, Pedro!”, mientras salía despavorida de la tienda haciendo caer algunos objetos a mi paso.
En la calle, el gentío iba y venía, ajeno a lo que pasaba dentro de cada negocio. Entre ellos, por fin, apareció Pedro que me preguntó sorprendido: “¿Ya has pagado?”. Me temblaba todo el cuerpo y las piernas apenas me tenían. Mientras le explicaba atropelladamente lo que me había pasado y le culpaba por haberme dejado sola en la tienda, los demás se reunieron con nosotros. El guía me riñó por salirme del grupo, era lo que me faltaba y rompí a llorar. Entonces me tocaron el hombro y a mi espalda oí: “Ajedrez”. Me giré y vi al tipo de la tienda. Increíble, tenía la poca vergüenza de querer vendérmelo después de lo que había intentado. Llena de rabia le grité: “¡Vete a la mierda! ¡No lo quiero!”, gesticulando para que de una manera u otra entendiera mi mensaje. Nuestro guía se puso a hablar con él. Intercambiaron unas pocas frases en su idioma y cogió la bolsa con el ajedrez. El de la tienda se marchó, pero antes me dedicó una última sonrisa en la que, sorprendida, percibí ternura y agradecimiento. El guía me tendió la bolsa y me dijo: “Te lo regala”.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Il sorriso

Ha richiesta della mia amica Andreea, che non parla spagnolo (ma secondo me, perché non ci ha provato), ho scritto in italiano il racconto che ho pubblicato nel libro della Scuola di Scrittori dove studio. All'inizio ho pensato che fosse difficile, ma poi ho ripensato e ho visto che sarebbe un bel esercizio per il mio italiano. Ecco il testo, spero vi piacia. Caspita! Dimenticavo dirvi che non è una storia che sia capitata a me, va bene? È la mia immaginazione.

Il sorriso

Yolanda Gil Jaca
Tarragona

Quello che sono oggi è il riflesso di quello che ho vissuto ieri.
Grazie Papa, Mamma, Eva e David.


Io ero lì, braccata e intomorita in fondo a un negozio. Il guida ce l’aveva detto all’inizio davanti all’albergo: “Che nessuno vada via dal gruppo. Se vi interessa qualcosa , lo dite a me. Lo suk (mercato) sembra un labirinto e potete perdervi”.  E ora mi lamentavo di non averlo ascoltato. Non avevo nemmeno idea di in quale parte di quella rete di stradine che era quel quartiere di Marrakech mi trovavo. Da un bel po’ che battivamo il mercato tra tendine da cui erano appesi borse e cinture con la loro forte puzza a pelle e tuniche di colori ocre o verde tutte ricamate.

Quando tutti ci eravamo fermati per ammirare gli istrumenti musicale d’un artigiano, i miei occhi hanno girato verso un negozio più in là. L’aroma a segatura e a legno appena tagliato che sprigionava e che mi era arrivato, mi ha ipnotizzata, mi he venuta in mente la falegnameria di mio nonno. Ho preso per mano a Pedro, uno dei miei amici, e siamo andati a dare un’occhiata. Una scacchiera, fatta di legno scuro e chiaro, esibito in una vetrina rudimentale, ha attirato la mia attenzione appena l’ho vista. Aveva un piccolo cassetto per i pezzi piazzato tra le quattro zampe, sotto la tavola. Il tizio del negozio ci ha invitato a entrare: “Dentro più scacchi”. Siamo entrati e mi ha additato un corridoio, dietro alla piccola bottega. C’erano altre scacchiere, di diverse misure. Mi ha fatto passare prima, cortesemente. Intanto, Pedro ha ficcato il naso di qua e di là. Ho scelto una scacchiera non troppo grande, ho chiesto il prezzo e abbiamo stiracchiato un po’. Quando finalmente ci siamo messi d’accordo, ho tirato fuori una banconota grande. “Non avere resto”, mi ha detto. Neanche Pedro aveva delle banconote più piccole.

Il mio amico è uscito dal negozio per chiedere delle banconote più piccole agli altri. Ho guardato il venditore e lui mi ha sorriso con i suoi denti ingialliti. Quel sorriso sembrava amichevole, ma mi ha fatto sentire un brivido. Soltanto allora mi sono accorta che tra me e l’uscita, oltre ai mille oggetti accatastati o messi su scaffali che formavano un piccolo labirinto insalvabile, c’era lui chiudendomi la strada. In quel momento mi è sembrato una distanza gigantesca. Ho fatto uno sforzo per tornargli un sorriso educato. L’uomo ha cominciato ad avvicinarsi a me, parlando e offrindomi altre cose: “Anche khol, per occhi belli”. Quanto più vicino era lui, più caminavo indietro per il corridoio verso il fondo del negozio e rifiutavo cortesemente le sue oferte: “No, grazie, soltanto la scacchiera”. Non facevo altro che guardare verso al ingresso, con urgenza, aspettando che Pedro tornasse con i soldi. Ho cominciato a sentire che l’aria mi mancava, il caldo, lo stress di quello spazio così ristretto e quel soggetto che era sempre più vicino. È arrivato un punto in cui la mia schiena ha trovato la parete e gli attrezzi che c’erano appesi hanno tintinnato quando mi sono appoggiata. Ho guardato a destra e sinistra, nessuna uscita, un’onda di caldo è salita all’improvviso dai miei piedi fino alle mie guance. Allora lui è venuto verso di me, senza smettere di sorridere e ho visto i suoi occhi percorrermi da piedi a testa. Non ho avuto il tempo d’agire, lui mi è venuto adosso, abbracciandomi in modo che io non ce la facessi a muovermi. La scacchiera mi è caduta dalle mani, si è aperto il cassetto e parecchi pezzi sono saltati fuori e sono rotolati per il pavimento. Sono rimasta senza fiato, per un secondo. Mi sono irridigita come un tronco. Lui ha chiuso gli occhi e ha cominciato a recitare una litania, qualcosa semblante a una preghiera bisbigliata, inintelligibile da me. Ha stretto il suo corpo contro il mio e ho sentito nella mia pelvi il suo membro duro. Lo stomacho mi è salito in gola e ho pensato che vomitasse il tè che avevamo preso poco prima. Ho cercato di liberarmi, ma era impossibile. Mentre lui mi si strusciava adosso, mi è invaso il suo odore corporale, puzzolente, a sudato, non sentivo più l’aroma a segatura e legno dell’inizio. E anche se io lottavo per rilasciarmi, non sono stata in grado di chiedere aiuto; avevo la bocca secca e qualcosa nella mia gola m’intralciava le parole. Allora mi sono accorta che lui intendeva baciarmi, ho girato la mia testa, ho chiuso gli occhi, ho serrato le labbra e ho tenuto duro la respirazione. Ha messo la sua bocca nella mia guancia e il bacio è suonato. Lui si è stupito di non essere riuscito a darmelo in bocca perché ha allentato l’abbraccio. Quello mi ha fatto finalmente agire e mi sono liberata, l’ho spinto, è barcollato e poi è caduto su uno scaffale. Sono saltata sopra le sue gambe e ho cominciato a chiamare al mio amico: “Pedro! Pedro!”, spaventata sono corsa verso all’esterno facendo cadere alcuni oggetti.

Fuori, la folla andava e tornava, inconsce a quello che capitava in ogni negozio. Tra la gente, finalmente, è apparso Pedro che mi ha chiesto sorpreso: “Hai già pagato?”. Mi tremava tutto il corpo e le gambe mi tenevano appena. Mentre gli spiegavo alla rinfusa quello che mi era successo e lo incolpavo per avermi lasciato da sola nel negozio, gli altri si sono radunati con noi. Il guida mi ha rimproverata per andare via dal gruppo, mi mancava soltanto quello e ho cominciato a piangere. All’improvviso qualcuno mi ha toccato la spalla e ho sentito dietro: “Scacchiera”. Mi sono girata e ho visto il tizio del negozio. Incredibile, aveva così poca vergogna di cercare ancora di vendermela dopo quello che aveva voluto fare. Piena di rabbia gli ho gritato: “ Vai via! Non lo voglio più!”, gesticolando in modo che lui capisse il mio messaggio. Il nostro guida si è messo a parlare con lui. Hanno scambiato quattro parole nella loro lingua e il guida ha preso il sacchetto con la sacchiera. Quello del negozio se n’è andato, ma prima mi ha dedicato un ultimo sorriso in cui, stupita, ho percepito tenerezza e gratitudine. Il guida mi ha dato il sacchetto e mi ha detto: “Te la regala”.

martes, 10 de septiembre de 2013

Blue Bayou y No nos pidas la palabra

¡Hola!

Hoy por fin puedo presentar la portada del libro "Blue Bayou y otros relatos negros", de Ediciones Rubeo. En él se incluye mi relato "No nos pidas la palabra", en el que a la inspectora Cinzia Carbone, al incorporarse al servicio tras unos meses apartada, le encargan resolver el caso del asesinato de un conocido crítico literario.


Digo que "por fin puedo presentar" porque hasta ahora todo lo que me habían publicado había sido en plan relámpago: hoy sé que mi relato o mi micro sale publicado y a las pocas semanas ya estaba el libro en mis manos. Esta vez ha sido diferente, desde febrero que supe que habían seleccionado mi relato para incluirlo en el libro, ha pasado bastante tiempo. Pero los autores hemos tenido al oportunidad de revisar nuestro texto sobre la maqueta antes de su publicación para que nos queden "perfectos". Y las cosas bien hechas, llevan su tiempo, que no es lo mismo revisar un micro o un relato de dos páginas, que hacerlo con uno que ocupa diecinueve.

Sale a la venta el día 19 de septiembre. Aquí tenéis el enlace al blog de la editorial http://edicionesrubeo.blogspot.com.es/2013/09/blue-bayou-y-otros-relatos-negros.html. Y próximamente podrá comprarse también on-line.

Os animo a comprarlo y leerlo. Espero que os guste.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Calentando motores

El verano se acaba. Sí, irremediablemente, y aunque este año nos tomó el pelo y empezó tardísimo, llega a su fin. No sé cómo lo lleva la gente en general, pero a mí me está costando una barbaridad volver a ponerme en modo "espabila, que estamos de vuelta".
 
La absoluta desconexión de todo durante las vacaciones ha debido de fundirme algo por dentro. No he conseguido leer ninguno de los tres libros que me había propuesto leer, no he escrito prácticamente nada, no he planchado (ah, no, que esto no me gusta hacerlo y lo del verano no es excusa...), he desaprovechado el tiempo en plan vergonzoso... Lo que se llama, relax total. ¿Quién sabe que cable se ha soltado o qué conexión ha dejado de funcionar? Es como si mi cerebro no consiguiera arrancar y, con él, el resto de mi cuerpo. Sigo en modo "estamos de vacaciones, no hay prisa".
 
Y ejemplo de ello va a ser esta entrada, que me sirve para calentar motores y dedos en el teclado. Preveo que va a ser la más breve de la historia de este blog. La semana que viene empiezan los cursos, las inscripciones de los que empiezan ene septiembre, el colegio,... Espero que esas rutinas "obligatorias" me empujen a dejarme caer por aquí más a menudo y dejar de parecerme al de la foto :D
 
Foto tomada del blog milyunatardes.blogspot.com
 

miércoles, 31 de julio de 2013

Vulnerabilidad y desprotección

Hoy hace una semana que entraron en casa para robar. Nosotros estábamos de vacaciones y eso nos libró de que nos limpiaran a base de bien porque los ladrones venían buscando dinero, joyas y iPads y smartphones, cosas que nos llevamos cuando estamos fuera. De hecho, entraron también en el piso de nuestros vecinos, que tampoco estaban en casa porque estaban trabajando, y eso fue lo que les robaron.
 
Tras estos días de gestiones, denuncias, partes al seguro, vacaciones estropeadas y de hablar con mucha gente sobre el tema (policía y cerrajeros incluidos) he llegado a varias conclusiones. Una es que somos vulnerables y que no hay puerta ni sistema de seguridad infranqueable: si los ladrones quieren entrar, entran, es una simple cuestión de tiempo y de ruido. Es decir, del tiempo que han calculado que emplearán en abrir la puerta (valoran la relación entre el esfuerzo y el resultado, como todos) y del ruido que quieran hacer para acceder a la vivienda (a más ruido, mayor posibilidad de que algún vecino dé la voz de alarma). Que va bien tener un buen bombillo de seguridad en la puerta para no ponérselo fácil y también algún otro sistema de seguridad (FAC, alarma, sistema antipalanca) que complique la tarea de entrar y les haga perder más tiempo o necesitar más herramientas. Que no sólo hay que tener cuidado durante las vacaciones, sino que también en el día a día tenemos que tener a buen recaudo nuestros bienes más preciados de manera que no estén al alcance del primer ladrón que consiga entrar. Y que conviene tener, si no pueden ser las facturas de compra, sí los certificados de autenticidad o fotos de las joyas que tengamos, ya que los seguros (gracias a la picaresca reinante en todas partes y a los miles de fraudes de los que, imagino, habrán sido objeto desde que existen) piden que se demuestre la existencia de los bienes sustraidos.
 
Imagen tomada de littlesmurfspain.blogspot.com
 
Sobre el modus operandi en el robo no voy a explicar ningún detalle. Airear la manera de actuar de unos ladrones sería dar pistas a otros para que lo hagan de la misma manera y tampoco es plan. Sólo diré que lo tienen todo muy bien estudiado y muy bien organizado.
 
En fin, esta vez nos ha tocado a nosotros. Espero que alguien pueda poner en práctica algo de lo explicado en esta entrada por si se encuentra en una situación similar.
 
Feliz verano.

lunes, 29 de julio de 2013

Servicio de atención al cliente y palabras mágicas

Hoy me he sentido como Alí Baba delante de la cueva de los cuarenta ladrones, sí, él dijo "Ábrete Sésamo" y accedió al tesoro. Me explico.
 
Tengo el móvil con Movistar y hace un par de meses me avisaron de que a partir de julio ya no me llegaría la factura en papel y que la recibiría on-line, para lo cual me pedían que les proporcionara mi dirección de correo electrónico. Bueno, pues cuando abrí la carta no lo hice, pensé hacerlo en otro momento y cuando no han sido pitos, han sido flautas y lo fui dejando. Y parece que, en la última campaña "Mierdas, las justas", la carta en cuestión fue a la basura (perdón, al contenedor del papel y el cartón, que en esta casa reciclamos), así que hoy me he encontrado con que no tenía la factura física de julio.
 
He intentado darme de alta en la web, peeeeroooo, me pedían datos y más datos, por lo que he pensado que sería más rápido que me lo solucionaran ellos.
 
He llamado, ingenua de mí, al 1004 y, oye, durante media hora no ha habido manera de que me atendieran: "Le informamos de que todos nuestros operadores están ocupados, le rogamos llame pasados unos minutos" y se cortaba la llamada. Y es que yo, que soy una pardilla, está claro, cuando el contestador automático me decía "Indíquenos brevemente el motivo de su llamada", yo le decía "Factura on-line". Y claro, debe de sonar a marrón, porque quien filtra las llamadas no me pasaba con nadie.
 
Después de cuatro intentos, como tenía abierto Facebook, por curiosidad he ido al muro de Movistar y estaba lleno de quejas y de improperios, a la empresa en general y al servicio y a la atención de los clientes en particular. Y leyendo la queja de una chica he visto las palabras mágicas que abrían el acceso a la cueva de los cuarenta ladrones. Ella había llamado por otro problema y, lo mismo que a mí, siempre le decían que los operadores estaban ocupados, hasta que se le ocurrió dar como motivo de la llamada "Nueva alta" y entonces sí, consiguió hablar con una persona y no con un contestador.

Imagen tomada de www.sportmusculo.es
Insisto, porque soy cándida e inocente y creo en la buena fe hasta del Señor Movistar (Sr. Alierta, quería decir), lo he vuelto a intentar una vez más con lo de "Factura on-line" y tampoco me han pasado con ningún operador, ¡qué rabia!. Así que como, aunque la llamada al 1004 es gratuita, mi tiempo vale mucho, he llamado otra vez y le he dicho al contestador "Contratar Fusión" y, con estas palabras mágicas he abierto la cueva del tesoro, jajaja. Oiga, mano de santo, me han pasado con una operadora.
 
"¿En qué puedo ayudarle?" me ha preguntado y le he dicho que antes de nada quería quejarme por la poca vergüenza que tenían, que de la única manera en la que había conseguido que me pasaran con un operador había sido diciendo que iba a contratar Fusión y que suponía que ella no era la responsable, pero que como igual estaban grabando la llamada, así el que las escucha se lo tiene que oír. También me he quejado en el FB de Movistar, pero vamos, que ya sé que les resbalará mi queja a la operadora, mi queja en FB y esta entrada de blog si algún día llegara a manos de alguien de Movistar. Pero una se queda tan a gusto después de quejarse que vale la pena y, además, espero haber dado una pista a quien me lea para que no le pase lo mismo. Ya lo sabéis, si llamáis al 1004 y queréis que os atienda rápidamente: las palabras mágicas son "Nueva alta" o "Contratar Fusión".
 
Eso sí, la chica que me ha atendido lo ha hecho muy amablemente (a pesar de mi entrada triunfal quejándome del servicio de atención al cliente) y me ha solucionado el problema. Un aplauso para ella y sólo para ella.

jueves, 18 de julio de 2013

Un anno fa...

Un anno fa eravamo appena lasciato l'Italia. Il riassunto di questo anno di nuovo a Tarragona è molto positivo, soprattutto in quello che riguarda al riprendere delle nostre vite qui (famiglie, lavoro, amicizie,...) e la partenza delle vite delle piccole in un nuovo posto. Si sono inserite velocemente nella nuova scuola, hanno imparato in fretta il catalano e hanno fatto delle nuove amiche.


La parte meno positiva sarebbe che loro hanno smesso di parlare l'italiano. Capisco che, dovendo imparare una nuova lingua (dopo lo spagnolo e l'italiano), abbiano messo in fondo al cassetto quella di cui non hanno un bisogno più urgente. Comunque, io continuo a leggere dei libri in italiano, a parlargli in italiano ogni tanto (meno di quanto vorrei, questo è vero) e tutte e due capiscono, anche se la piccola non vuole nemmeno sentirlo (non mi parlare in italiano!, dice) e mettiamo spesso dei film nella lingua di Dante. Almeno credo che così loro riescano a tenerlo e un giorno, quando saranno più grandi, potranno riprendere a parlarlo senza tanta fatica.
 
Anch'io ho perso il mio buon italiano, beh, anch'io sto imparando il catalano e non ho tante oportunità di parlare l'italiano. Infatti, spero di non stare scrivendo delle castronerie... (lo ammetto, questa parola non l'avevo mai usato e ho dovuto guardarla nel vocabulario). Cercherò di parlarlo di più e di scrivere più spesso in italiano nel blog.
 
E per ultimo, mi dispiace che, per strada, si siano perse qualche amicizie. Ci sono delle persone a cui tenevo che dopo la mia partenza hanno smesso poco a poco di rispondere quando le ho cercato per, alla fine, sparire. Va bene, capisco che la lontananza non aiuta ai rapporti. L'ho imparato tanto tempo fa, quindi non è che m'intristico ma mi dispiace sacrificare amicizie in ogni trasloco.

Comunque, almeno posso dire che quelle sparite sono poche, pochissime, con tutti gli altri ancora ci sentiamo o ci leggiamo ogni tanto. Sono molto contenta per questo e mi sento fortunata perchè a Collegno, Torino, Italia abbiamo trovato gente molto speciale.

lunes, 17 de junio de 2013

Queda la música

Hoy ha llegado a mis manos el libro Queda la música, editado por la Escuela de Escritores, en el que participo con mi relato La sonrisa.
 
Portada del libro

El libro tiene prólogo de Magdalena Tirado, profesora de la Escuela, y recopila 133 (si no he contado mal) relatos breves y poesías de alumnos de la Escuela. Casi 400 páginas llenas de ilusión y de ganas de aprender.

Dedicatoria e inicio de mi relato
Espero que no sea lo último que me publiquen :-))

domingo, 19 de mayo de 2013

Provocando al personal

Esta semana la polémica nos la ha servido el Telediario de la Primera de TVE (que por lo visto lleva una racha...) donde hacían referencia a unos talleres en los que se dan unas pautas a los padres para que enseñen a los hijos a vestir con decoro. Aquí está el enlace por si alguien no lo ha visto u oído todavía: http://www.youtube.com/watch?v=jq3B7Y1cM5k
 
Ya sé que siempre insisto en lo mismo, pero es un problema de educación. Sí, si yo me dedico a decir "mira esa, qué pinta de guarra", "va enseñando todo", "va pidiendo guerra", "habla con todos, menuda calientapollas" o, el que más me acongoja, "luego se quejará cuando la violen", mis hijas se van a quedar con la idea en su tierna cabecita infantil de que el hábito hace al monje y que, según cómo te vistes o cómo te comportas, provocas a los demás, así que atente a las consecuencias. Y si vamos haciendo ese tipo de comentarios, damos continuidad en las generaciones siguientes a esas ideas.
 
A mi entender, la provocación no reside en las ropas o en el comportamiento de las personas, sino en los ojos de quien mira. Es un poco como lo de no ofende quien quiere, sino quien puede. A mí no me provoca ver a un chico con los pantalones caídos y enseñando los calzoncillos, ver a Brad Pitt o a cualquier otro famosete con el torso desnudo, untado en aceite y mirándome con ojos de castigador o al modelo de la foto duchándose con mirada sugerente.
 
Foto tomada de www.blogichics.com

 
¿Porque se presenten así, tengo que pensar que están abiertos a que yo pueda cogerlos y, venga, nos conozcamos biblicamente? Lo mismo es que no tengo imaginación (que, lo siento, tengo bastante), pero vamos, que provocarme, no me provocan nada. Y lo mismo al revés, minifaldas, escotes, camisetas sin tirantes, transparencias,... todo un catálogo de prendas perversar y pervertidas. ¿Por llevarlas, las chicas llevan el cartelito de "guarrona fácil"? Pues no, es un pensamiento retrógrado, lamentable e ignorante.
 
Como ejemplo, conozco a una que siempre tiende la ropa interior dentro de casa, entiendo que por decoro, esas cosas no se enseñan en público. ¿De verdad cree que los vecinos se dedican a mirar la ropa que tiene tendida y a montarse películas después de ver sus bragas colgadas al sol? Tiene dos hijos varones. Si estos niños crecen con esa idea, el día que vean el tirante de un sujetador caído por descuido hacia un brazo sin manga de camiseta o un escote... ¿qué harán? ¿Qué pensarán de esa chica? Responderé yo misma: que tiene muy poca vergüenza.
 
Reconozco que a veces los/las adolescentes juegan con fuego y es peligroso, porque uno puede controlar sus actos, pero no siempre se pueden controlar los ajenos y a los ajenos no sabemos seguro quién los ha educado ni cómo. Hay que esforzarse en controlar más lo que entra por sus ojos, que la tele, la publicidad, las series que ven, los llevan por el camino que quieren. Si hay algo que enseñar a los niños y adolescentes es a respetar a los demás, tanto el modo en que visten, en el que se comportan y sus ideas. A no sacar conclusiones sobre alguien sin conocerle de verdad ni a dejarse llevar por rumores y cotilleos de patio de instituto. Y algo mucho más importante, y que no viene muy a cuento, pero lo pongo porque es mi blog (y mando yo, jajaja), creo, hay que hacer de ellos personas seguras de sí mismas, algo que les llevará lejos y que, para mí, es una característica mucho más atractiva que cualquier ropa, pose o actitud provocativa.

lunes, 13 de mayo de 2013

La muerte y el duelo

Volvíamos las tres a casa en el autobús. Bajamos y cuando arranca el bus, Ruth extiende el brazo como si quisiera tocarlo mientras se va.
- ¡Ni se te ocurra volver a hacerlo, Ruth! -le digo imaginando el bus pasándole por encima, lo sé, una exageración.
- ¿Por qué?
- Pues mira, porque puede hacer que te caigas debajo y ¡adiós Ruth!
- Y te quedas como un muñeco -le dice Judith, conclusión que saca a sus tres años después de haber visto ya unos cuantos dibujos animados.
- No, me muero -dice ella, se queda pensando y le dice a su hermana-. La que más suerte tiene eres tú. Mira, primero se morirá Papá, luego Mamá, luego yo y tú la última.
- Sí, yo la última -creo que Judith ya no sabía de lo que estaban hablando.
- Entonces -sigue Ruth-, cuando se muera Papá, lloraremos las tres; cuando se muera Mamá, lloraremos tú y yo; cuando me muera yo, llorarás tú; y cuando te mueras tú... no llorará nadie. ¡Ah, pues no! No eres la que tiene más suerte.

Foto tomada de www.psicologosenbilbao.com

jueves, 2 de mayo de 2013

Vecinos... De tal palo, tal astilla.

En una escalera de 14 vecinos te encuentras de todo. Y no digo ya en toda la comunidad, que hay diez escaleras... Pero hoy querría dedicar este blog a los vecinos antisociales. Son esos que ni te dan los buenos días cuando te cruzas con ellos. La primera vez piensas que, como todos somos nuevos, no te conocen y los disculpas. Aunque existe una cosa llamada educación, algo que normalmente te enseñan en casa, y por la cual, si te cruzas con alguien en el ascensor, los garajes, la escalera, el portal,... lo suyo es decir al menos "Buenos días". Y esto no implica nada más, no hace falta hablar del tiempo, ni intercambiarse teléfonos, ni invitar a cenar, ni nada más, que quede claro.

Imagen tomada de sociedadesbinarias.blogspot.com

Bueno, pues en mi caso los antisociales viven en el entresuelo. Hasta hace dos años, que no tenían hijos, su comportamiento era ese, de absoluto aislamiento respecto al resto de vecinos. Comprendo que uno quiera guardar su intimidad, de acuerdo, pero tener educación es lo mínimo que se pide. Entraban y salían como fantasmas, pasaban por tu lado y ni pío. Claro, al principio piensas "¿Será sólo conmigo?¿Qué habré hecho?". Pero luego, cuando empieza a haber más confianza con todos los vecinos te das cuenta de que no, que el problema lo tienen ellos.
 
El caso es que fueron padres hace dos años, ¡ah! Y parece que ahora la cosa ha cambiado. No entiendo muy bien que alguien que pasa de la gente, de repente, sienta la necesidad de relacionarse para que su criaturita tenga con quien jugar en la piscina comunitaria cuando llegue el momento. Si son de una manera, no entiendo por qué quieren que su hija sea de otra. A lo mejor es que no son felices siendo como son. En fin.
 
El caso es que hoy, bajábamos en el ascensor a la hora de ir al cole. Al llegar al entresuelo, se para y al abrirse las puertas vemos a la madre y a la hija:
- Vamos, entra - le dice la madre.
- No - dice la niña dando un paso atrás.
Entra la madre para que la peque también lo haga y la antisocial-junior da otro paso atrás y repite "No".
- Perdón - me dice la madre de la criatura muerta de la vergüenza mientras salía de nuevo al rellano.
Yo hubiera querido responder con un "No te preocupes" o algo así, pero, sinceramente, no me ha salido, ¡qué pereza!, que además íbamos con el minuto pegado al pompis y sólo me hubiera faltado perder el bus gracias a ellas. A un pelo he estado de decirle "De tal palo, tal astilla, así aprendes", pero me he controlado, me gusta pensar las palabras que van a salir por mi boca. Así que las puertas se han cerrado dejándolas en el rellano:
- Mamá, ¿por qué no han entrado? - me dice Ruth, que a sus seis años no ha entendido lo absurdo de la situación.
- Bueno... - mi mente buscaba una respuesta adecuada - Pues no lo sé seguro, igual es que la niña quería ser la capitana del ascensor y, como ya estábamos nosotras dentro, no podía serlo y ha preferido esperar a que venga vacío... - menos mal que tengo inventiva.
- ¡Ah! - dice Ruth con cara de seguir sin entender.
 
Otra vez me venía a la boca lo de "de tal palo, tal astilla", sólo que si le digo esto a Ruth tendría que explicárselo bien y corro el riesgo de que la próxima vez les diga ella algo tipo: "¿Por qué no os gusta ir con más gente en el ascensor?". Porque mis hijas son todo lo contrario, la socialización y la apertura llevadas a su máxima expresión, que hablan hasta con las señoras de la limpieza de los portales por los que pasamos de camino a la parada del autobús.
 
Pero es la verdad, la niña se comporta según lo que ha mamado en casa. Está bien que intenten socializar un poco por el bien de la niña, pero cuando uno lleva grabado a sangre y fuego un comportamiento, es difícil sacudírselo y los hijos, esponjas que todo lo absorben para bien y para mal, repiten nuestros comportamientos. Así que yo me lo voy a mirar, porque si mis peques hablan con todo pichichi, será porque yo también voy dando palique hasta a los árboles ;-)

miércoles, 1 de mayo de 2013

Mayo, el mes de las flores / Maggio, il mese dei fiori

Hoy, aprovechando el día de fiesta y el solete que hacía casi una semana que no veíamos, hemos ido a una ermita que tenemos cerca de casa pero a la que no habíamos subido nunca con las peques. Hay un parque que no frecuenta nadie y ellas han disfrutado de lo lindo con todo para ellas. De vuelta, he aprovechado para hacer unas cuantas fotos de "flora y fauna".

Oggi, approfittando la giornata libera e il sole che non vedevamo da quasi una settimana fa, siamo andati a una chiesetta vicina a casa nostra dove non eravamo mai andati con le piccole. C'è un parco giochi che non frequenta nessuno e loro hanno goduto tantissimo con tutto il parco per loro due. Tornando, io ho approfittato per scattare alcune foto di "flora e fauna".

En el árbol / Nell'albero

Debajo de este bichito, había otro... ¿Qué hacen, Mamá? /
Sotto questo animaletto, c'era un'altro... Cosa fanno, Mamma?

Preciosa / Preziosa

Curiosa / Originale

Hay quien hoy no ha tenido fiesta /
C'è chi oggi non ha riposato

Me encanta / Mi piace un sacco

Sencilla / Semplice

La unión de las pequeñas hace la fuerza /
L'unione delle piccole fa la forza

Primera vez que veo una flor así /
Mai visto prima questo fiore

Atención al polen que lleva la abeja almacenado en sus patas traseras /
Attenzione al poline che porta l'ape immagazzinato nelle sue zampe di dietro

martes, 16 de abril de 2013

El primer beso

"La experiencia nos enseña que
amar no significa en absoluto mirarnos el uno al otro,
sino mirar juntos en la misma dirección."
Saint-Exupéry

Esta entrada es una deuda que tengo hace tiempo y es que mi marido se "picó" un poquillo cuando escribí la entrada "Me robó un beso" (http://elarcondelasmilcosas.blogspot.com.es/2012/03/me-robo-un-beso.html). En realidad, se picó entonces, pero también se había picado cuando lo escribí en italiano para mi curso un año antes: "Pues hala, vete a buscarlo a Estonia para que te dé otro beso inesperado y sorprendente", me dijo (:-D.
 
El caso es que hoy hace diecinueve años que nos dimos nuestro primer beso... que se dice pronto, pero es media vida (al menos en nuestro caso). Si alguien espera una entrada romanticona tipo oda al amor en la que yo destile miel por todos los poros de mi piel, ya puede ir dejando de leer. El azúcar, la miel y el romanticismo me lo reservo para él, en persona, jeje.
 
Imagen tomada de www.alergias.net... sí, un sitio
un poco raro para tener una foto de un beso
 
Diecinueve años no es un aniversario redondo, podría haber esperado al año que viene, pero mira, para ser diferente, voy a recordar hoy ese primer beso. Fuimos muy clásicos, la verdad, nos lo dimos un sábado por la noche en el portal de casa de mis padres, después de que él me acompañara. Pero no por clásico, dejó de ser un primer beso inolvidable (vaya eso por delante), deseado y esperado, pero también especial porque, visto ahora desde la distancia de todos estos años, fue el primer paso del largo camino que ya hemos recorrido.
 
Si alguien duda sobre si estamos como el primer día, pues no, por Dios, entonces éramos dos "pipiolos" (como diría nuestra amiga Mónica) y hemos ido madurando y aprendiendo. Hablando con una amiga italiana, llegamos a la conclusión de que las parejas que duran son aquellas que se aguantan mutuamente. ¡Ojo!, que no me refiero a aguantar todo lo que nos echen, no, no, me refiero a que si en casa tienes una persona que te sostiene, te sustenta, no te deja caer (primera acepción de aguantar en el diccionario de la RAE) y te apoya y que, a pesar de todos tus defectos, tus manías y tus cambios de humor, te soporta, te tolera (cuarta acepción de aguantar en el diccionario de la RAE) y te acepta como eres, sin intentar cambiarte, entonces ya hay muchas posibilidades de que esa relación dure. Él es un amigo en el que confiar y del que fiarse, un compañero de viaje y de vida, un apoyo incondicional, un amante-marido y un padre estupendo para nuestras peques que posee otras muchas cualidades que lo han convertido en el hombre perfecto para mí, es el hombre que me aguanta. Y todo esto lo he ido descubriendo a lo largo de estos años. No me importa dónde, ni cómo, ni nada más, sólo me importa estar con él. Y yo espero haber estado a la altura ;-)

Ese primer beso que nos dimos forma parte de los cimientos de nuestra historia. Historia que me gustaría que fuera interminable. TQMMMM

lunes, 15 de abril de 2013

Ojos que no ven...

Ayer hizo un día estupendo, así que aprovechamos el paseíto de domingo por la mañana para estar un rato en la playa. Mientras volvíamos, las peques se adelantaban y se escondían en cada esquina para darnos un susto. Cuando llegábamos a la última esquina antes de casa, mi marido y yo nos cogimos de la cintura y nos besamos, llegamos a la esquina y tras el susto, nos soltamos.


Entramos en el portal y de ahí al ascensor. Ruth, la mayor, nos miró y nos dijo:
- Os he visto - con cara de mosqueo.
- ¿Qué has visto? - le preguntó Papá.
- Que me he dado cuenta de que, cuando nos hemos escondido, os habéis abrazado y os habéis dado un besito - le respondió con los brazos cruzados.
- ¡Ah, sí! - me reí - ¿Es que no podemos?
- Sí, pero cuando no estemos nosotras delante, cuando estéis cenando y ya estemos en la cama - su nivel de cabreo acababa de alcanzar un punto importante - ¿Yo en que hablo? ¡Eh! ¿En chino? - esta es precisamente la fórmula que uso yo cuando les digo algo, no me hacen caso y se lo tengo que repetir.
- ¡Ay, es verdad! - puse cara de ¡uy qué cabeza la mía! y me llevé la mano a la frente - Que no te gusta que Papá y Mamá nos demos besos.
- Los que se quieren, se dan besos - intentó convencerla Papá.
 
Ya estábamos en nuestro piso y las puertas del ascensor se abrieron. Ruth miró hacia el techo del ascensor y suspiró, sólo le faltó decirnos: "Que no lo tenga que repetir". Y es que hace tiempo que venimos discutiendo sobre a quién pertenecen Papá y Mamá y hemos quedado en que los dos somos un poquito de ellas y un poquito cada uno del otro. Pero, lo entiendo, de ahí a que nos estemos besando delante de ellas... que una cosa es la teoría y otra la práctica y ojos que no ven...