lunes, 30 de diciembre de 2013

Mi coche se hace mayor

Yo ya lo sabía, su cumple-década fue en agosto, pero hoy la Dirección General de Tráfico me lo ha recordado, por si acaso. Me ha informado, carta mediante, de que mi coche tiene más de diez años y que lo mismo es hora de ir pensando en cambiarlo porque contamina más y porque soy más vulnerable a los accidentes. Reconozco que no he leído la carta, le he echado un vistazo por encima, la he metido en su sobre y, acto seguido, la he dejado en ese lugar que todos tenemos en la casa al que van a parar las "cosas para mirar en otro momento" y que jamás volvemos a mirar, salvo para cogerlas y tirarlas al contenedor correspondiente. Es que ya había oído hablar de estas cartas que están mandando y me la esperaba. Pero, ¿de verdad creen que después de leerla alguien va a ir corriendo al concesionario a cambiar de coche? Sí, sí, con los tiempos que corren... todos los que ya la han recibido y me lo han comentado se han partido la caja. Igual que yo.
 
Foto tomada de www.infocoches.com
 
Sí, es verdad, mi coche se hace viejo, mayor, antiguo, llámalo equis. Yo no soy de esas que consideran a su coche como parte de la familia, pero sí es verdad que le tengo apego. Me lleva y me trae y en estos diez años nos ha dado muy pocos problemas a pesar de que ha pasado por dos estilos de conducción algo diferentes, el de mi marido primero y ahora el mío. Y, como en las personas, creo que la edad no la marcan los años que tienes, sino cómo los llevas. Sí, sí, mi coche tiene diez años, pero es tan jovial que no los aparenta. Ha pasado la última ITV sin problemas y le he hecho todas las revisiones que le corresponden. Va como la seda.
 
Y digo yo: ¿qué sabe la DGT sobre el estado real de mi coche? Pues, nada, no tiene ni la menor idea, se guía por el tiempo que hace que lo compré y quiere incluirlo en la lista de "destinados al desguace", así, porque sí. Pues, señores míos de la DGT, les voy a decir aquello que decía Sara Montiel cuando cantaba "Pichi, es el chulo que castiga", que estoy en plan castizo: "anda y que te ondulen con la "permané" y pa suavizarte que te den "col-crém""

viernes, 20 de diciembre de 2013

Entrevista a la señora Salvadora

Como ejercicio de esta semana del curso de novela he tenido que crear un personaje, al que primero tenía que entrevistar y, después, ponerlo en acción. Aquí va la entrevista (ficticia, claro) a la señora Salvadora. La acción, ya veré si la pongo, jaja.
 
¿Nombre completo?
Salvadora Balaguer i Bunyol, para servirle a usted.
 
¿Por qué crees que te he elegido como personaje?
Perdone, joven, a mí no me tutée.
 
Disculpe, es la costumbre... ¿Por qué cree que la he elegido como personaje?
Porque en la panadería no he hecho cola y se ha quedado con las ganas de decirme que le tocaba a usted. En el fondo, legustaría ser como yo, seguro, que tiene cara de morderse la lengua por educación.
 
¿Qué rasgos le definen?
Soy impaciente, pero en el fondo, de buen corazón.
 
Queda usted con una amiga en un bar, ¿qué hace, cómo se mueve al entrar hasta que la localiza con la vista?
Voy directamente hacia la mesa en la que nos sentamos siempre la Roser y yo y, si está ocupada, les digo que se vayan dando prisa para que quede libre para cuando llegue la Roser. Es que es la mejor mesa:  no está en el paso de toda la gente, queda lejos de los baños, que huelen mal y, lo más importante, estamos lejos de la puerta, que entra frío, y la Roser está muy delicada y no le conviene enfriarse. ¿Entiende?

Cuénteme algo que haga sola cuando nadie le ve y que le avergüence.
¡Ay, hija mía! Pues no sé... Que todas las noches cuento y recuento el dinero que guardo en casa para ver si está todo, porque no me fío del todo de los bancos.

Imagine que ve a un niño llorando, ¿qué le diría?
¡Uy! ¡Niño! Sssshhhh, no llores, ¡qué barbaridad! Pero, ¿dónde está tu madre? Estas madres de hoy en día... A ver, ven, ven, que te limpie esas lágrimas.
 
Elija a alguien a quien pedir un favor. ¿Con qué palabras exactas se lo pediría?
A ver, joven, haga el favor de ayudarme a bajar del autobús.
 
Imagen tomada de es.123rf.com
Quéjese en voz alta de algo que no le guste.
Es que ya está bien, que cada día el autobús para más lejos de la acera y nos vamos a matar al bajar de un salto. Pero claro, ¿qué más da? ¡Si hay muchos viejos! A ver si así los vamos matando.

Fíjese en sus pies y traslade, a través de una descripción de estos, cuál es la imagen que cree que da a los demás.
Mis pies son pequeños, me decían que eran de muñeca. Es verdad que tuvieron mejores épocas que ésta, pero... Me hago la pedicura cada mes en el Hogar del Pensionista, que es más barato, porque yo ya no me puedo doblar para cortarme las uñas ni para nada. Me los afean mucho los juanetes y un dedo en garra, por eso llevo zapatos cerrados hasta en verano.

Ahora, descríbame su cara trasladando qué imagen tiene de sí misma.
Llevo las cejas pintadas, porque se me han ido cayendo la mayoría de pelos. Más que arrugas, tengo surcos. Cuatro muy marcados en la frente y en el resto de la cara, miles de rayitas. Los párpados, aunque caídos, me los maquillo siempre. Y los labios, cada vez más finos, los llevo siempre pintados.
 
¿Cuál es el objeto pequeño al que tiene más apego? ¿Cree que la define? ¿Por qué?
Mi reloj de pulsera, sí, me lo regalon mis padres cuando me casé. Y sí, me define, soy muy puntual y exijo que los demás también lo sean.
 
Ahora, por favor, evoque dos cosas de las que se acuerde y dos de las que no se acuerde.
Recuerdo perfectamente el día que me casé con mi Alfredo, ese vestido tan bonito que llevaba yo y los nervios que pasé en la noche de bodas. Y también, como si fuera ayer, el día que perdí a nuestro hijo, el terrible dolor en el vientre y la sangre corriendo por mis piernas. Pero no logro redordar con claridad ningún momento de mi infancia ni, fíjese, dónde he dejado mi teléfono móvil. ¿Uste lo ha visto?
 
Exponga un pensamiento recurrente que por nada del mundo revelería a nadie.
Me alegré cuando murió mi Alfredo, le quería mucho y nos respetábamos, pero me tenía harta, mire usted.
 
Se despierta en medio de la noche, inquieta, y va al baño a orinar. Por favor, déjenos asistir a su flujo de conciencia, a lo que piensa a tiempo real, mientras ejecuta esa acción.
¡Ay, hija mía! ¿Pero qué preguntas más raras me hace? ¿Seguro que esto se lo piden en clase? En fin, pues no lo sé, si me despierto inquieta es que seguro que he oído un ruido. Y pienso: "¡Virgen Santa!, ¿habrá entrado alguien en casa? No, no será. Me levanto a mirar y aprovecho para ir al baño ya que estoy despierta. Pero,... y si de verdad hay alguien, ¿qué me hará? No, mejor me aguanto. ¡Ayy!, pero no puedo, ahora que ya me he hecho a la idea, ya no aguanto. ¡Qué pena que ya no se lleven los orinales! Aquello sí que era comodidad. Bueno, vamos, Salvadora, échale coraje, que si han entrado, vienen a por el dinero, les dices dónde lo tienes y que se vayan, ¡hala!"
 
Y esta es la última pregunta: uno de sus seres queridos le dice: "Eres maravillosa". ¿Qué piensa inmediatamente?
Pues que sí, que lo soy, y que ya era hora de que lo reconocieran.
 
Señora Salvadora, muchas gracias por todo.
De nada, guapa. Ahora pregunto yo: ¿esto dónde sale? ¿En la tele, en la radio?
 
No, no, en mi blog.
¿Dónde?
 
En internet.
Ah, pues entonces nada, eso del interné yo no sé cómo va. Otra cosa, el café que hemos tomado lo pagas tú, ¿verdad?
 
Sí, mujer, tranquila, esta ronda la pago yo.

martes, 17 de diciembre de 2013

Colaboración especial en blog

Hace tiempo que tenía pendiente escribir para el blog de la Peluquería María José Jaca. Es la "pelu" de mi querida tía, artífice de mis mil cambios de look capilar. Quienes me conocen desde hace un tiempo me han visto castaña, rojiza y hasta rubia y con el pelo corto (casi siempre) pero también largo. El recogido de mi boda, por supuesto, me lo hizo ella, para lo que tuvo que venir corriendo desde Sabiñánigo a San Sebastián. Pero, ¿quién me lo iba a hacer mejor y, sobre todo, con más cariño?
 
Ya sé que no sonaré muy objetiva, pero si estáis en la zona, pedid hora y probad a poneros en manos del equipo de la Peluquería María José Jaca, seguro que saldréis contentas/os.
 

Espero que os guste la entrada y que ésta sea la primera de muchas colaboraciones más. La hemos llamado "Tiempo de buenos propósitos". Aquí tenéis el enlace directo al blog:

http://peluqueriamariajosejaca.blogspot.com.es/2013/12/tiempo-de-buenos-propositos.html

Leedla, es cortita, que ya se sabe que este mes andamos todos muy atareados, y que cada cual vaya pensando en sus buenos propósitos para el 2015.

jueves, 5 de diciembre de 2013

El cuarto de las ratas

Este es un ejercicio del curso de escritura que estoy haciendo en este momento.
 
 
        Víctor estaba a punto de echarse a llorar, pero no lo haría delante de Juan.  Llegaron al patio y Juan abrió la puerta del cuarto de las ratas. Desde que vivían en casa de Juan, siempre le había amenazado con meterle allí si se portaba mal. Alguna vez había querido asomarse y ver qué había detrás de esa puerta que cerraba el hueco de las escaleras. Intentaba imaginarse que había más escaleras que llevaban a un pasadizo secreto desde el que se llegaba a un laberinto en el que podía encontrarse un tesoro o, quizás, había una puerta para viajar al pasado y convertirse en un pirata. Pero no se había atrevido nunca a hacerlo, porque le daba miedo pensar en las ratas que daban nombre al cuarto. A ellas se las imaginaba grandes, con una cola larga y gruesa y unos dientes listos para devorarlo.
 
     Juan puso la palma de la mano sobre la espalda del pequeño y trató de hacerlo entrar. Víctor clavó sus pies al suelo para no moverse:
 
—¡Te he dicho que entres! —le dio un fuerte empujón.
 
Víctor entró a trompicones en el cuartucho y Juan cerró la puerta. Se oyó el chirrido del pestillo cuando Juan lo echó. El cuarto estaba oscuro. Víctor cerró los ojos con fuerza y se mordió el labio inferior. Escuchó los pasos de Juan por encima de su cabeza. Notó que le caía encima algo, serrín de las viejas escaleras de madera. Volvió a abrir los ojos y se echó a llorar. Sintió las lágrimas cayéndole, calientes y gruesas, por los mofletes. Se pasó la mano para secárselas. El cuarto olía a tierra húmeda. Oyó que el volumen de la televisión subía, seguramente Juan así tenía excusa, diría que no había oído que le llamaba. No podía dejar de llorar, él no había hecho nada, no era culpa suya que lloviera al salir del cole y se mojara. ¿Por qué le castigaba? Y su madre se pondría triste con él porque bien claro le había dejado que no hiciera enfadar a Juan, que ella le quería mucho y que si no se llevaban bien, le daría mucha pena.
 
Imagen tomada de www.sos-mama.com
         Poco a poco sus ojos se fueron acostumbrando a la poca luz que entraba por la gatera recortada en la puerta. Aún así, no conseguía distinguir nada con los ojos llenos de lágrimas. Volvió a frotarse bien, hasta que se secó del todo los ojos, y empezó a fijarse en lo que había en el cuarto de las ratas. A parte de la madera de las escaleras que hacían de techo cada vez más bajo, en la pared había varios clavos de los que colgaban algunas herramientas: punzones, destornilladores, una guadaña de mango corto,… que Víctor no había visto nunca. En el suelo, casi al fondo del cuarto, había varios sacos de arpillera apilados medio llenos y cerrados con trozos de cuerda. Fue a acercarse a ellos cuando sintió en su cara el roce de algo: ¡una telaraña! Se le escapó un grito y empezó a pasarse las manos por la cara y el pelo insistentemente para quitarse los restos. Se esforzó por ver mejor, por si la araña estaba por ahí, pero no vio nada. Con una mano por delante, barriendo el espacio que tenía ante sí, y medio agachado, Víctor volvió a ir hacia los sacos: ¿qué tendría guardado ahí Juan? Arrastraba los pies por si había alguna cosa tirada en el suelo. De repente, tropezó con algo que se movió un poco más allá, al recibir la leve patada. Víctor se agachó y lo tomó. Se lo acercó para verlo bien. Era un cepo para ratones. Había uno atrapado. De la impresión, soltó la trampa con asco y se cayó hacia atrás, se quedó sentado. Fue a apoyar las manos en el suelo para levantarse, cuando noto algo. Palpó, era una argolla.
 
        Se arrodilló para mirarla mejor. Estaba medio enterrada. Rascó con las uñas la tierra y el polvo que se habían acumulado a lo largo del tiempo en el surco. Intentó varias veces levantarla, pero iba dura. Arañó un poco más el suelo, volvió a tirar de la argolla y, por fin, consiguió sacarla del surco. Palpó alrededor para saber a qué estaba enganchada la anilla. Era una trampilla de madera, una puerta incrustada en el suelo. Se acordó de las herramientas que Juan tenía colgadas en la pared. Cogió una larga y puntiaguda y rascó todo el borde de la trampilla. Después usó otro un poco más grueso para hacer palanca, ya que primero había querido hacerlo tirando de la anilla. La puerta se movió. Sacando toda la fuerza que tenía, consiguió levantarla.
 
        Una corriente de aire frío y húmedo subió desde el agujero oscuro que acababa de quedar a la vista. Víctor se quedó sin respiración: ¡la entrada del laberinto! Se levantó y se dio un golpe en la cabeza, porque allí no había suficiente altura. Se pusó la mano donde se acababa de golpear y levantó el pie derecho con intención de empezar a bajar. Pero, frenó, quizás era mejor comprobar primero que había escalera con la mano. ¿Y si al meter la mano, algo le cogía y lo arrastraba dentro? ¿Y si era un pozo? ¿Y si Juan tenía allí metidos a otros niños que se habían portado mal antes que él? Con cuidado, tapó el agujero de nuevo, no diría nada a nadie y decidió que a la primera ocasión que tuviera, entraría allí y, con una linterna, se asomaría de nuevo al agujero.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Juguetes cada vez más... ¿raros?

       Después de casi tres meses de auténtico estrés, vuelvo a mover un poquito éste, mi blog. Iba a escribir una entrada, pero me he dado cuenta de que ésta la escribí a finales de agosto, pero no llegué a publicarla, en un acto totalmente consciente, porque había que revisarla antes. Muy bien, voy aprendiendo. Así que, como además es ideal para la época de locura juguetera que se avecina, viene al pelo.

        Con dos niñas en casa, si encendemos la tele estando ellas, sí o sí, vemos canales infantiles. Me niego a "comprar" canales, ni infantiles ni de nada, no creo que la programación sea mejor que la de los gratuitos, así que con los cuatro que hay gratis (Clan, Boing, Disney Channel y Super3 (en catalán)) sobrevivimos. De hecho, yo sobreví con dos canales en total en los que los programas infantiles los echaban cuando tocaba y punto, así que, no es tan difícil. El caso es que hay un anuncio que me ha dejado alucinada, el de las "Princesas Zombies" de Famosa. Sí, sí, aquellas de...
 
Foto sacada del site www.todocolección.net

Las muñecas de Famosa se dirigen al portal
para hacer llegar al niño su cariño y su amistad
y Jesús en el pesebre se ríe porque está alegre,
y Jesús en el pesebre se ríe porque está alegre.
Nochebuena de amor, Navidad jubilosa,
es el mensaje feliz de las muñecas Famosa

Foto obtenida de cajadekekas.blogspot.com

          Boquiabierta. Vamos, que menos mal que ya no van al portal, si no, el niño sale pitando con las zombies. Lo sé, hay que reconocer que las princesas Disney son ñoñas de lo más, que enseñan unos dudosos valores y que no todos los finales son felices como nos cuentan sus películas. Y por otro lado, los zombies están de moda en general (véase World War Z, The Walking Dead o Monster High), pero ¿¿¿¿a dónde vamos a ir a parar???? A este paso los niños/as no van a tener miedo de nada: con Monstruos S. A. desmitificaron al Coco; con Gru, a los villanos ;y con las Monster High a cualquier tipo de monstruo de los de toda la vida (vampiros, hombres lobos, zombies, momias,...). ¿Estamos creando niños que no tendrán miedo de nada?
 
           Luego tampoco me extraña el anuncio del niño gritando: "¡¡¡Un palo, un palooooo!!!", si cada vez creamos juguetes más "raros", al final encontramos más motivación en un simple palo o en una caja de cartón vacía.