jueves, 6 de noviembre de 2014

Venus de noche

Hoy ha llegado a mis manos el libro "Venus de Noche" que recopila veintiún relatos eróticos seleccionados a través del concurso homónimo que organizó Ediciones Rubeo.



Entre estos relatos, como ya dije en agosto en otro post, nada más saberlo,  (http://elarcondelasmilcosas.blogspot.com.es/2014/08/el-hijo-de-la-nodriza.html), se encuentra el mío titulado "El hijo de la nodriza", un relato ambientado en el siglo XVII en el que protagonista es un niño... Si sentís curiosidad, podéis comprarlo en la web de La Casa del Libro. El link directo es http://www.casadellibro.com/libro-venus-de-noche/9788494212895/2403017. Si lo compráis, espero que disfrutéis con la lectura no sólo del mío, sino de todos los relatos.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Nadie en la vida

Me ha costado muchos años, pero por fin me he dado cuenta de que no voy a ser nadie en la vida. A ver, me refiero a nadie importante, léase Infanta, Ministra o Presidente del Gobierno (¿o se dice Presidenta?), por ejemplo. No es que aspire yo a tan altos cargos, eso que quede claro, pero oye, a veces las cosas suceden sin que uno las vaya buscando.

Y sí, he llegado a esta conclusión porque sencillamente no doy el perfil para ocupar esos puestos. No, tendré un currículum muy bonito con toda mi formación y mi experiencia recopiladas, pero hay que tener un arte especial del que yo, está claro, carezco. Para ello hay que dominar alguno de los siguientes palos:
·         Utilización de eufemismos: “hilillos de plastilina” por chapapote, “desaceleración” por crisis, “la persona por la que usted se ha interesado” por Rodrigo Rato, “este señor” por Francisco Granados o “algunas cosas que están pasando” por los casos de corrupción dentro de un partido son ejemplos de cómo llamar a las cosas y a las personas sin nombrarlas quitándole hierro al asunto, como si el tema no fuera conmigo y aquí no estuviera pasando nada. Yo tengo la costumbre de llamar a las cosas por su nombre y a las personas también. Punto en mi contra.
·         Pérdida de algún sentido o capacidad: de la vista para no ver ningún movimiento sospechoso: entrega de sobres, maletines o tal en las sede de tu partido, coches nuevos en el garaje de casa o negocios extraños de tu pareja; del oído para poder pasar delante de los periodistas y tener excusa para no escuchar sus preguntas, probablemente impertinentes; o, en su defecto, del habla para que, aún escuchando dichas preguntas, no se pueda responder. Otro punto en mi contra, hace unos días vi un Jaguar en el garaje. No es de mi marido, es del vecino de la plaza de al lado de la mía, pero vaya, que no me ha pasado desapercibido entre los veinte o veinticinco coches que veo desde mi plaza.
·     Pérdida de memoria: cada noche hacer un formateado del disco duro del cerebro, hay que olvidarse de todo lo visto, oído, leído o firmado para después poder decir: “no me consta”, “no lo sé”, “no me acuerdo” o “esas cosas las llevaba mi marido”. Otra punto que pierdo, llevo en el bolso una libreta para apuntarme las cosas que no quiero que se me olviden, aich, qué mal voy.

Y hay más, pero no sigo escribiendo, que mi marido está en la puerta con unas bolsas de basura y voy a ver si las lleva llenas de billetes y se va a Andorra o si sólo baja a los contenedores. Por si acaso, que nunca se sabe.