jueves, 14 de julio de 2016

El tiempo en Correos

Hoy tenía que estar a las 10:30 en un sitio y antes tenía que pasar por Correos. Llego allí a las 09:50 y saco el número del turno: A036. Hay cinco ventanillas abiertas, nada más. Miro el panel donde salen los turnos y veo que el último que han llamado de mi letra es el A022. Mientras espero, relleno el papelito de los envíos certificados. Entre tanto, las letras B, C y D van pasando. Vuelvo a mirar, la letra A no ha avanzado. Me fijo que sólo en una de las ventanillas atienden la letra A, otras dos atienden la B y las dos restantes, la D. La gente que espera ya mira el reloj y resopla. Los que llegan, alucinan porque ya salen los A040 y pico. La funcionaria de la ventanilla A termina de atender al cliente, miro la hora, son las 10:10. Vuelvo a mirarla y veo que se ha levantado, va hacia el perchero, coge su bolso y otra bolsa (de los recados que hará durante su pausa del almuerzo, supongo) y, con la cabeza baja, se va. Los que estamos esperando con la letra A empezamos a murmurar, ansiosos por ver aparecer un nuevo funcionario que atienda esa ventanilla. No aparece nadie.

Un señor reclama a una funcionaria que está echando una mano a las que atienden a la letra B, le dice algo que no oigo bien, como que avisa a alguien. Yo, que ya llevo unos minutos comentando con mis compañeros de espera, pregunto si habrá hojas de reclamaciones. Un señor me dice que sí, que tiene que haberlas. Así que me acerco a uno de los funcionarios de la letra D, que acababa de terminar de atender a uno que había dejado dos paquetes enormes y que, parece ser, tenía que pesar de nuevo y expedirlos, y le digo:
—Perdone, ¿hay hojas de reclamaciones?
Me mira como si le estuviera hablando en marciano o le hubiera pedido que me donara aquí y ahora un riñón y me dice con cara de estar muy agobiado:
—Sí, por ahí habrá —señalando con un gesto de la mano un punto indeterminado del espacio.
Se me hinchan las narices y le digo:
—Ya, pues es que no hay nadie que atienda los envíos y llevamos mucho tiempo esperando.
Y me dice muy rebotado:
—¡Claro! Y ahora me tengo que levantar para ir a llamar a alguien y así se retrasa todo.
—Eso es —le contesto más rebotada que él—. Es justo que se retrasen todas las letras y no sólo la A.

Entonces se levanta y se mete detrás. Al momento, sale, se sienta y sigue a lo suyo y unos segundos después aparece la encargada. En un minuto soluciona el problema. Nos dice que se había desconfigurado el sistema que tienen para ir dando turnos y salían el resto de letras, pero no la A.
—Si hay cualquier otro problema, se lo dicen a mis compañeros.


¡Pobre mujer! Si a ninguno le iba bien levantarse de su sitio para avisar de lo que pasaba… No digo que todos los funcionarios sean así, ni mucho menos todos los de Correos. Sólo digo que los que estaban esta mañana atendiendo han demostrado que tienen cero iniciativa (si cómo funcionan ahora no resulta útil (siempre hay colas), propongan nuevos sistemas organizativos), cero espíritu de equipo (si el problema lo tiene otro compañero, que se jo… y pringue él, que yo paso) y cero sentido de servicio (si hay mucha gente esperando a ser atendida, que esperen, yo, a mi ritmo).

Estoy leyendo “La conciencia de Zeno” de Italo Svevo y hay un párrafo que me viene al pelo. Dice así: “[…]Entonces recordé que en tiempos la condena a trabajos forzados se aplicaba en Inglaterra colgando al condenado encima de una rueda accionada por agua, con lo que se obligaba a la víctima a mover con determinado ritmo las piernas que, si no, resultarían aplastadas. Cuando se trabaja, se tiene siempre la sensación de una obligación de ese tipo. […]”. Bien, pues los funcionarios que estaban atendiendo esta mañana entre las 09:50 y las 10:30 en la oficina de Correos de Tarragona parece ser que también están obligados a trabajar a un ritmo determinado y no pueden hacer nada que no sea su función, porque se rompe el ritmo y se les aplastan las piernas. O tal vez, si lo hacen, se genera una especie de cataclismo de consecuencias insospechadas que es mejor no provocar.


¡Ah! He llegado a la hora a mi siguiente cita, pero por dos razones: la primera, gracias una chica y un señor que me han dado turnos de gente que se había desesperado y se había marchado, con lo que al final yo tenía el turno A028; la segunda, porque tenía que ir a unos 100 metros de Correos y no hace falta mucho tiempo.